El pacto implica condiciones de parte de Dios.
El heredero de las promesas. El pacto que Dios hizo con Israel era condicional. El cumplimiento de las promesas dependía de la concordancia con el propósito de Dios para la nación. Cuando las condiciones no satisfacían, no eran validas las promesas, y era rechazada la nación. La misma naturaleza condicional es inherente en todas las promesas de Dios al individuo. Si uno cumple las condiciones. Dios cumple sus promesas; si uno no las cumple, no tiene derecho a pedir que las promesas le sean cumplidas. Aquí debemos distinguir entre las promesas de salvación y las promesas de bendiciones en el servicio de Cristo. Existe solo una condición que tiene que cumplirse par lograr la salvación y el perdón de los pecados; es decir la fe en Cristo como Salvador. Cuando un individuo pone su fe en la muerte redentora de Cristo, satisface la condición que Dios ha puesto para obtener la salvación y la justificación. Esto no depende de las propias obras del individuo. “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se glorié” (Efesios 2:8,9). La enseñanza constante del Nuevo Testamento indica que la única condición para la salvación, es la fe,; y la calidad de las obras como manifestación de su fe , no afecta su situación frente a Dios como pecador redimido y justificado mediante la fe en la muerte de Cristo.
No obstante, el ser salvo es una cosa, y el ser un siervo útil de Dios es cosa diferente, Dios otorga a personas salvas el privilegio de llegar a ser instrumentos para la realización de su propósito de salvar mundo. A aquellos que satisfacen las condiciones, el promete ayuda material, compañerismo espiritual, un poder dinámico, y los recursos sin limites de Dios alcanzados por medio de la oración. Estas cosas no se otorgan sin sus condiciones, mas bien están al alcance solo de aquellos que realmente llegan a ser los representantes de Cristo en la tierra y colaboradores del Espíritu Santo en el trabajo de la extensión del reino de Dios.
Instrumentos del nuevo pacto
Hay algunos que personalmente serán salvos por la gracia de Dios, “así como por fuego” (1 Cor 3:15). No tendrán ninguna otra fructífera que les sirva para recibir un galardón. No tendrán la satisfacción de haber sido colaboradores de Dios, como instrumentos escogido. Por su gran misericordia Dios perdonara sus pecados, pero a causa de su inaptitud los rechazara como instrumentos. Pablo no tenia ningún temor de no ser salvo. Siempre tenia la confianza de que por la gracia de Dios había sido salvado del pecado. Pero estaba muy preocupado de que también estaba considerado como digno de ser usado por Dios. De modo que lucho consigo mismo y puso su vida bajo disciplina rígida “no sea que, habiendo predicado a otros yo mismo venga a ser reprobado” (1 Corintios 9:27). Aquí Pablo no esta hablando de ser reprobado de la salvación, sino reprobado como instrumento útil. .
Las bendiciones más ricas de la vida cristiana se prometen a aquellos que quedan habilitados como instrumentos de Dios en el logro de su plan eterno de redención . Demasiadas veces se olvida la naturaleza condicional de estas promesas, y se cree que Dios ha tardado su promesa (véase 2 Pedro 3:9). La dificultad no es de parte de Dios, sino del individuo que no ha satisfecho las condiciones que Dios pone.
Dios cuidara de sus instumentos {utiles.
Las necesidades materiales de la vida les fueron prometidas por Cristo a sus discípulos fieles. Les aseguro que el Dios que da de comer a las aves del cielo y viste las flores del campo, también cuidaría de su propio pueblo.
Así mismo con las promesas de una contestación sin limites a las oraciones, hay una condición que cumplir: “Si algo pidieres en mi nombre, yo lo hare” (Juan 14:14). Esta no es una seguridad amplia de que el cristiano recibirá cualquier cosa que pida. La condición estriba en que la oración se haga “en mi nombre”. Esto no significa sencillamente que el nombre de Jesús ha de usarse en la oración, sino que la plegaria debería hacerse a Dios por uno que se coloca en el lugar de Cristo y ruega como Cristo mismo rogaría frente a su padre. Así es, cuando la petición se hace inteligentemente por uno que esta procurando hacer la voluntad de Cristo como su representante, solo entonces vale la promesa. El cristiano que ha venido a compartir la pasión de Cristo hacia el mundo y quien se esfuerza por llevar su reino a los fines de la tierra, es el cristiano mejor capacitado para orar en su nombre y así reclamar la contestación de sus plegarias.
Las necesidades materiales de la vida les fueron prometidas por Cristo a sus discípulos fieles. Les aseguro que el Dios que da de comer a las aves del cielo y viste las flores del campo, también cuidaría de su propio pueblo.
Así mismo con las promesas de una contestación sin limites a las oraciones, hay una condición que cumplir: “Si algo pidieres en mi nombre, yo lo hare” (Juan 14:14). Esta no es una seguridad amplia de que el cristiano recibirá cualquier cosa que pida. La condición estriba en que la oración se haga “en mi nombre”. Esto no significa sencillamente que el nombre de Jesús ha de usarse en la oración, sino que la plegaria debería hacerse a Dios por uno que se coloca en el lugar de Cristo y ruega como Cristo mismo rogaría frente a su padre. Así es, cuando la petición se hace inteligentemente por uno que esta procurando hacer la voluntad de Cristo como su representante, solo entonces vale la promesa. El cristiano que ha venido a compartir la pasión de Cristo hacia el mundo y quien se esfuerza por llevar su reino a los fines de la tierra, es el cristiano mejor capacitado para orar en su nombre y así reclamar la contestación de sus plegarias.
La promesa del Espíritu Santo
Cristo prometio libremente a sus seguidores el don del Espíritu Santo y el poder que este traspasa a una vida. Pero no era sin condición la promesa de poder cada promesa se une indisolublemente con la comisión de testificar (véase Lucas 24:49; Hechos 1:8). Nunca se prometio un poder, salvo con el fin de dar testimonio verbal y de hecho en el plan de redención. Aquellos que piden poder con la esperanza de utilizarlo en forma egoísta, tendrán su sorpresa. La potencia del Espíritu Santo no se dispensa al por mayor. Dios esta dispuesto y deseoso de entregar este, su mejor don, pero lo otorgara solo a aquellos que utilizaran el poder como corresponde; es decir, a aquellos que se disponen a ser usado por el Espíritu Santo en la forma que este estime conveniente para extender el reino de Cristo.
Cristo también prometio a sus discípulos su presencia consoladora y sostenedora; pero, otra vez, tienen que satisfacerse las condiciones para lograr esta promesa bendita: “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos” (Mateo 18:20). No son todos los grupos de dos o tres cristianos los que pueden reclamar su presencia. Las palabras claves en esta declaración son: “en mi nombre”. Para reunirse en el nombre de Jesús se requiere juntarse como sus representantes, procurando las cosas que el procura, esforzándose para llevar a cabo su propósito, haciendo la obra de su reino. Nunca se han quedado sin su presencia aquellos que realmente se han reunido en su nombre. De igual modo, la promesa en Mateo 28:20: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, esta unía entrañablemente con las palabras anteriores: “Por tanto id, y doctrinad, a todos los gentiles”. Reclamar la presencia prometida sin primero tomar debida nota de su clara comisión es torcer el significado de sus palabras. Aquellos que en obediencia a su mandato han salido a dar las nuevas a otros, nunca estarán sin su presencia, tal como el lo prometio. De manera que las bendiciones se reservan para aquellos que llegan a ser instrumento útil para el adelanto del evangelio. Solo ellos han satisfecho las condiciones estipulados para la realización de sus promesas tocantes al Reino de Dios.
Cristo prometio libremente a sus seguidores el don del Espíritu Santo y el poder que este traspasa a una vida. Pero no era sin condición la promesa de poder cada promesa se une indisolublemente con la comisión de testificar (véase Lucas 24:49; Hechos 1:8). Nunca se prometio un poder, salvo con el fin de dar testimonio verbal y de hecho en el plan de redención. Aquellos que piden poder con la esperanza de utilizarlo en forma egoísta, tendrán su sorpresa. La potencia del Espíritu Santo no se dispensa al por mayor. Dios esta dispuesto y deseoso de entregar este, su mejor don, pero lo otorgara solo a aquellos que utilizaran el poder como corresponde; es decir, a aquellos que se disponen a ser usado por el Espíritu Santo en la forma que este estime conveniente para extender el reino de Cristo.
Cristo también prometio a sus discípulos su presencia consoladora y sostenedora; pero, otra vez, tienen que satisfacerse las condiciones para lograr esta promesa bendita: “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos” (Mateo 18:20). No son todos los grupos de dos o tres cristianos los que pueden reclamar su presencia. Las palabras claves en esta declaración son: “en mi nombre”. Para reunirse en el nombre de Jesús se requiere juntarse como sus representantes, procurando las cosas que el procura, esforzándose para llevar a cabo su propósito, haciendo la obra de su reino. Nunca se han quedado sin su presencia aquellos que realmente se han reunido en su nombre. De igual modo, la promesa en Mateo 28:20: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, esta unía entrañablemente con las palabras anteriores: “Por tanto id, y doctrinad, a todos los gentiles”. Reclamar la presencia prometida sin primero tomar debida nota de su clara comisión es torcer el significado de sus palabras. Aquellos que en obediencia a su mandato han salido a dar las nuevas a otros, nunca estarán sin su presencia, tal como el lo prometio. De manera que las bendiciones se reservan para aquellos que llegan a ser instrumento útil para el adelanto del evangelio. Solo ellos han satisfecho las condiciones estipulados para la realización de sus promesas tocantes al Reino de Dios.
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