Bienvenido a QUMRÁN.Ser Judío no es pertenecer a una religión, es una misma forma de vida ante Di- y ante los demás...¡. . Los agravios que no se ventilan empeoran, y la supresión de identidad tribal y religiosa puede llevar a la violencia.. Somos una fuente de información con formato y estilo; Es evidente que, impresionantes números de personas mueren repetidamente cuando depositan su confianza en mentiras y mentirosos. Y casi siempre los mentirosos en el poder se encuentran en situaciones difíciles como consecuencia de su gran caso omiso de los hechos.....Laura Knight-Jadczyk

sábado, diciembre 03, 2005

Nehemías y Esdras Bajo el imperio persa




Bajo El Imperio Persa: Nehemías y Esdras

Del destino de la comunidad judía durante los setenta años siguientes a la terminación del templo conocemos verdaderamente demasiado poco. Solo lo pertinente a los incidentes, progresivamente revelados, de Esd. 7, 6-23, el escritor no evidencia nada más. Externamente de esto, sólo conocemos lo que se puede derivar de las memorias de Nehemías, ligeramente posteriores y de los libros proféticos de los contemporáneos como Abdias (probablemente a principios del siglo quinto, y Malaquías (ca. 450), terminados por los datos de la historia general y de la arqueología. Es indudable, sin embargo, que aunque la terminación del Templo había afianzado la supervivencia de la comunidad, su destino distaba mucho de ser seguro. Después del trastorno de las esperanzas puestas en Zorobabel, estaba bien claro o debía estarlo que nunca habría restablecimiento de la nación judía según la antigua escritura, ni siquiera en una forma modificada. El futuro de la comunidad debía situarse en otra dirección. Pero no estaba claro que dirección seria esta, y no se aclaró hasta que, algunas generaciones más tarde, la comunidad fue reconstituida bajo la dirección de Nehemías y Esdras. En el itinerario de la nación, lo más que se puede decir de ella es, que existió.



Nehemías y su obra. El tercer cuarto del siglo quinto vio una completa renovación de la comunidad judía, que aclaró su situación y la salvó de la disgregación colocándola en el camino que había de recorrer durante el resto del periodo biblico y, con algunas modificaciones, hasta nuestros día (véase judaísmo actual ). Esto se llevó a cabo en gran parte por el trabajo de dos hombres: Nehemías y Esdras. Aunque la esfera de sus esfuerzos se superpone, el primero dio a la comunidad su estatuto político y su reforma administrativa, mientras que el segundo reorganizó y reformó su vida espiritual.
Afinidades de las vidas de Esdras y Nehemías. El problema gira en torno a la fecha de llegada de Esdras a Jerusalén. Las fechas de la actividad de Nehemías son seguras, estando confirmadas, además, independientemente por las pruebas de los textos de Elefantina. Se extendió (Ne. 2,1) desde el año veinte de Artajerjes I (445) hasta (Ne. 13,6) algo después del año treinta y dos (443). Por lo que respecta a la vida de Esdras, no existe esta certeza. Los especialistas se dividen ampliamente en tres campos: los que aceptan la opinión, apoyada, al parecer, en los libros canónicos de Esdras y Nehemías, de que Esdras llegó (Esd. 7,7) en el año séptimo de Artajerjes I (458), es decir, unos trece años antes que Nehemías, y completó su obra ( Ne. Caps. 8 al 10) poco después de la llegada de este ultimo (algunos piensan que incluso antes); los que consideran el año séptimo como el año séptimo de Artajerjes II (398), y colocan la llegada de Esdras mucho después de haber desaparecido de escena Nehemías; y los que, creyendo que el año séptimo es un error de escriba en lugar de algún otro año (muy probablemente por treinta y siete) del reinado de Artajerjes I, colocan la llegada de Esdras después de la de Nehemías, pero antes de que hubiera terminado la actividad de éste.
La misión de Nehemías. La Biblia da la impresión de que Nehemías se puso en camino inmediatamente, acompañado por una escolta militar (Ne. 2,9). Josefo (Ant. XI, V,7), que sigue el texto de los LXX, cuya primera parte esta contenida en I Esdras, coloca su llegada solamente en el 440. Aunque es imposible lograr certeza, esto puede ser exacto. Si Nehemías fue primero en Babilonia y reunió a los judíos que habían de acompañarle y después, habiendo presentado sus credenciales al sátrapa de Abar-nahara, atendió a procurarse materiales de construcción antes de dirigirse a Jerusalén (como posiblemente hizo, dado que el trabajo se comenzó muy poco después de su llegada), la fecha no es irracional. En todo caso, lo mas tarde hacia el 440 estaba en Jerusalén y había tomado allí la dirección de los asuntos.
Reconstrucción de las murallas de Jerusalén. El problema más urgente que el nuevo gobernador tenia a su llegada era dar seguridad física a la comunidad. Por tanto, emprendió en seguida la reconstrucción de las murallas de la ciudad, actuando con rapidez y audacia para que sus planes no fueran desbaratados antes de empezar. Tres días después de su llegada hizo una inspección nocturna secreta a las murallas, para aquilatar la extensión de la obra con que tenía que enfrentarse; solo entonces notificó sus planes a los dirigentes judíos (Ne. 2, 11-18). Después, tan pronto como se pudo reunir un grupo de trabajo, comenzó la obra. La mano de obra fue reclutada, seguramente, por una leva de todo Judá (Ne. Cáp. 3), y las murallas fueron divididas en secciones, con un grupo particular como responsable de cada sección. Las obras progresaron rápidamente; a los cincuenta y dos días (Ne. 6,15) ya estaba levantada una especie de muralla. Es, desde luego, increíble que pudiera ser terminada tan rápidamente, y por obreros en su mayoría inexpertos, una muralla propiamente dicha. Es casi seguro que Josefo (Ant. XI, V,8) esté en los cierto al afirmar que la obra de total reforzamiento, almenas, puertas y revestimientos exigió dos años y cuatro meses (hasta diciembre del 437 según sus fechas).
¡Nehemías tenia muchos enemigos por todas partes!. Estos emplearon un arsenal completo de ardides para frutar los planes de Nehemías. Al principio probaron la burla con la esperanza de socavar la moral (Ne. 2,19ss; 4, 1-3). Al no hacer esto, incitaron a buen seguro de modo no oficial y pretendiendo ignorar por completo el asunto a bandas de árabes, ammonitas y filisteas (4, 7-12) a que hiciesen incursiones en Judá. Jerusalén fue hostigada y las ciudades circunvecinas atemorizadas; según Josefo (Ant. XV, V, 8) no pocos judíos perdieron la vida. Nehemías respondió dividiendo a sus gentes en dos grupos, uno de los cuales permanecía sobre las armas mientras el otro trabajaba. Reunió también a los judíos de las regiones cercanas dentro de Jerusalén, para protegerlos y para robustecer las defensas de la ciudad. Viendo que no conseguían nada en ninguna parte, los enemigos de Nehemías intentaron entonces hacerle salir de la ciudad, aparentemente para una entrevista, pero en realidad con la intención de asesinarle. Nehemías no era tan tonto. Ellos entonces le amenazaron con acusarle de sedición ante los persas, también en lo cual les hizo frente y siguió adelante su obra. Pero, desgraciadamente, no todos los enemigos de Nehemías estaban fuera de los muros; dentro había una quinta columna. Estando emparentados Tobias y su hijo con las familias principales de Jerusalén, tenían amigos que los mantenían al corriente de todo lo que hacia Nehemías y, a su vez, enviaban cartas a éste intentando debilitar su moral.
Nehemías demostró ser moralmente superior a sus enemigos. Su valor y riqueza de recursos superó todos los obstáculos, incluso el desaliento de sus seguidores (Ne. 4,10), y pudo concluir la obra. Entonces, viendo que la ciudad tenia aun pocos habitantes, y conociendo que las murallas no podrían ser defendidas si no se disponía de hombres preparó, por suertes, un contingente de pueblo para ser trasladado dentro; cierto numero, con todo, se habían ofrecido voluntarios. Las murallas fueron mas tarde dedicadas en solemne ceremonia. Se había ganado la primera batalla y la seguridad externa quedaba asegurada.
Administración de Nehemías: su primer periodo. Poco es lo que conocemos de la administración de la provincia bajo Nehemías. Era una provincia pequeña, que contaba escasamente con 50.000 habitantes, concentrados a lo largo de la línea montañosa desde el norte de Bet-sur hasta los alrededores de Betel. Nehemías la encontró ya dividida en distritos con fines administrativos y es probable que mantuviera este sistema, ya que lo empleó como base de su leva para construir las murallas (Ne. Cáp. 3). A causa de los fuertes impuestos y de las estaciones pobres, la provincia sufría duras estrecheces económicas. Los avaros aprovechaban la oportunidad para apoderarse de los pobres y disponer de ellos, a causa de sus deudas. Nehemías, encolerizado por estos abusos, actuó con su decisión característica. Llamando ante si a los transgresores, hizo una enardecida apelación a sus conciencias y a su condición de judíos y exigió después su promesa de abandonar la usura y restituir. Para mayor firmeza, les tomó juramente solemne ante Yahvéh y ante la asamblea del pueblo. El mismo Nehemías dio ejemplo renunciando a las retribuciones ordinarias de gobernador, no adquiriendo ninguna propiedad y tomando únicamente los tributos necesarios para mantener su posición.
Atendidas todas estas pruebas, Nehemías fue un gobernador justo y capaz. Su lealtad al rey estaba fuera de duda. Si, como Sanbal.lat acusaba (Ne. 6, 6 ss), había alguien en Jerusalén que estaba predicando la rebelión, podemos asegurar que Nehemías dio poco crédito a tal rumor. Sin embargo la firmeza realmente intransigencia de sus convicciones, sus brusquedades, su falta de tacto y su temperamento violento, le acarrearon, sin duda, enemigos, a pesar de sus virtudes. Judío crecido en el exilio en la estricta tradición, se enfrentó particularmente con aquellos, muchos de ellos de familias principales, que eran negligentes en sus practicas religiosas y que, en muchos casos, estaban emparentados con los pueblos vecinos. Algunos de éstos se habían declarado ya enemigos de él, como hemos visto. Dado que es completamente imposible fechar con precisión los incidentes narrados en Ne. Cáp. 13, no podemos decir con exactitud cuándo comenzó Nehemías a tomar medidas positivas. Pero ciertamente estaba al tanto de la situación y pronto debió advertir que se hacia necesaria una reforma religiosa de tal magnitud que un seglar como él no podía llevar a cabo, atendido, sobre todo, que la laxitud religiosa alcanzaba hasta la misma familia del sumo sacerdote.
Segundo periodo de Nehemías: sus medidas de reforma. Nehemías permaneció en su cargo durante doce años, después de lo cual regresó a la corte persa (Ne. 13, 6). Probablemente, habiendo ya acabado su primer permiso de ausencia, no pudo obtener una prórroga ulterior. Pero muy pronto persuadió al rey para que le designase de nuevo, ya que al poco tiempo (probablemente no más de un año o dos desde su partida), le encontramos de nuevo en Jerusalén. Cabe preguntarse, aunque esto no sea más que una plausible teoría, si acaso no consultaría durante su ausencia con los principales judíos de Babilonia y trazaría planes en la corte persa para poner en orden los asuntos religiosos de Judá.
Cuando Nehemías volvió, se encontró con una situación pero que mala. El partido más tolerante había hecho progresos en su ausencia. En particular, Elyasib que apenas puede ser otro que el mismo sumo sacerdote había llegado incluso a instalar a Tobías, el enemigo de Nehemías, en una habitación del Templo, propiamente reservada para el uso cúltico. Al saber esto, Nehemías encolerizado, mandó arrojar a la calle los enseres de Tobías y purificar la habitación de su impureza para restituirla a su función propia. Por este tiempo, si es que no había comenzado a hacerlo antes, Nehemías tomó vigorosas medidas contara la laxitud religiosa predominante. Viendo que los levitas, a los que no se pagaba su parte, habían abandonado el Templo para trabajar, se preocupó de que fueran recogidos los diezmos y nombró tesoreros honrados para administrarlos. También se preocupó de que fuera asegurado el suministro de leña para el altar. Para impedir que se siguiera celebrando en sábado los negocios, como hasta entonces, ordenó que durante ese día se cerraran todas las puertas de la ciudad; y como los mercaderes comenzaron entonces a establecer sus mercados fuera de las murallas los amenazó con arrestarlos y arrojarlos. Al descubrir niños de matrimonios mixtos que ni siquiera hablaban hebreo, montó en una ardiente cólera y habiendo maldecido, acometido y arrancado los cabellos de los transgresores que tuvo a mano, los hizo jurar a todos que no volverían a emparentar con extranjeros en el futuro. Cuando se encontró con que un nieto del sumo sacerdote Elyasib se había casado nada menos que con la hija de Sanbal.lat, le expulsó del país.
Esdras En Jerusalén
Quizá mientras se tomaban estas medidas llegó Esdras a Jerusalén. Aunque los esfuerzos de Nehemías no eran sistemáticos, sino mas bien adoptados ad hoc para hacer frente a las situaciones según iban surgiendo, demostraban que Nehemías era un defensor de la más estricta pureza religiosa. Había estado, por tanto, enteramente en la misma línea que Esdras había venido a trazar, si es que no fue él mismo quien intervino para que viniera. Como veremos, apoyó la reforma de Esdras y la confirmó con su firma oficial. No sabemos cuánto duró su misión después de esto, pero es probable que acabara al cabo de unos pocos años, quizá por el mismo tiempo en que murió su protector Artajerjes I (424). De todas formas, hacia el 411 había ocupado su puesto un persa llamado Bagoas, como veremos.
Naturaleza de la misión de Esdras. La tarea encomendada a Esdras, de la que estamos informados por el documento arameo (Esd. 7, 12-26), cuya autenticidad no puede ponerse en duda, era completamente distinta de la de Nehemías. Concernía solamente a materias religiosas. Esdras vino provisto de una copia de la ley, junto con un rescripto del rey garantizándole amplios poderes para hacerla cumplir. Concretamente (vv. 25 ss.), estaba facultado para enseñar la ley a los judíos que vivían en la satrapía de Abar-nahara y para establecer un sistema administrativo con el fin de observar si era obedecido. La autoridad de Esdras era, de este modo, al mismo tiempo más amplia y más concreta que la de Nehemías. No era un gobernador civil, sino un hombre a quien se le había confiado la misión especifica de regularizar las practicas religiosas de los judíos; le concernían los asuntos seculares sólo en la medida en que la ley sagrada se rozaba con la secular (¡lo cual en la práctica era inevitable¡). Por otra parte, su autoridad no estaba restringida a Judá, sino que se extendía a todos los judíos que vivían en Abar-nahara (de hecho la mayor parte en Palestina). Esto no significa que Esdras pudiera obligar a obedecer su ley a todo el pueblo de descendencia israelita. Obligar de este modo habría sido completamente contrario a la práctica persa. Más bien significa que todos los que pretendían fidelidad a la comunidad del culto de Jerusalén (es decir, todos los que se llamaban judíos) tendrían que ordenar sus asuntos personales en conformidad con la ley traída por Esdras. Esto estaba refrendado por el decreto real: para un judío, desobedecer esta ley era desobedecer también “la ley del rey” . Además de esto, se le había concebido a Esdras el derecho a recibir contribuciones de los judíos babilonios para el mantenimiento del culto del Templo, y de participar hasta un límite establecido los tesoros reales y provinciales para sus ulteriores necesidades. Al mismo tiempo, el personal encargado del culto fue eximido por completo de tributos.
Esdras llegó a Jerusalén probablemente en o hacia el 428. Según sus memorias personales (Esd. 7, 29-8, 36), no vino solo sino que, de acuerdo con el permiso que le había sido dado, iba al frente de una considerable compañía, reunida con este fin en Babilonia. Aunque el camino era peligroso. Esdras no quiso pedir escolta militar para que no pareciera que le faltaba confianza en Dios. La caravana partió en abril, después de ayunar y orar; cuatro meses más tarde llegó felizmente a Jerusalén.
Comienzo de la reforma de Esdras.
Dado que es posible que la narración del cronista no siga un orden cronológico, no podemos precisar con exactitud cuándo dio Esdras los primeros pasos que se narran de él. Pero supuesto que su comisión era instruir al pueblo en la ley y regular sus asuntos religiosos según ella (Esd. 7, 25 ss.), es de esperar que presentara la ley en público tan pronto como lo fue posible. Probablemente lo hizo así. Si, como parece, la narración de Ne. Cáp. 8 sigue cronológicamente al relato de la llegada de Esdras, esto se llevó a efecto dos meses más tarde, con ocasión de la fiesta de las tiendas. Desde una plataforma de madera levantada con este fin , en una de las plazas públicas, Esdras leyó la ley desde la mañana hasta la noche. Para asegurarse de que el pueblo la entendía, él y sus acompañantes dieron una versión aramea del texto hebreo, sección por sección, añadiendo probablemente algunas aclaraciones. De tal manera se conmovió el pueblo, que cayó abatido y llorando. Sólo con dificultad pudo Esdras contenerlos, recordando la alegría del día. Al día siguiente, después de una instrucción privada a los principales del pueblo sobre las exigencias de la ley, fue celebrada la fiesta de las tiendas, con posteriores lecturas de la ley en cada uno de los días.
Pero a pesar del entusiasmo inicial, la obra reformadora de Esdras no se iba a realizar tan fácilmente. Seguían existiendo los abusos que tanto habían disgustado a Nehemías, particularmente los matrimonios mixtos, siendo muchos los ciudadanos principales lo mismo clérigos que laicos, e incluso miembros de la familia del sumo sacerdote (Esd. 10, 18; Ne. 13, 28), que estaban profundamente implicados. Algo más de dos meses más tarde, en diciembre, Esdras se vio obligado a tomar una decisión drástica (Esd. Caps. 9 y 10). No es probable que se hubiera ignorado todo este tiempo la situación. En realidad, lo probable es que la conociera ya antes de su llegada, al menos de un modo general y ciertamente la conoció después. Posiblemente confió en que las medidas adoptadas por Nehemías, algunas de las cuales habían sido decretadas quizá durante este intervalo, mas la lectura de la ley, bastarían. También es posible que no tengamos noticia de medidas preliminares tomadas por él mismo. Aun así, penosamente irritado como estaba, Esdras eligió el camino de la persuasión moral. Con grandes muestras de emoción lloró y confesó el pecado de la congregación ante Yahvéh hasta que el pueblo mismo, conmovido, en su conciencia, reconocidas sus transgresiones contra la ley (Esd. 10, 15), sugirió voluntariamente un pacto para divorciarse de sus mujeres extranjeras y juró ayudar a Esdras en toda iniciativa que él sugiriese.
Después, mientras Esdras continuaba sus ayunos y oraciones, los principales y ancianos ordenaron a todo el pueblo presentarse en Jerusalén en el espacio de tres días, bajo pena de ostracismo y confiscación de bienes (Esd. 10, 6-8). Esdras poseía este poder; pero sólo lo empleó a través de los jefes del pueblo, a los que ahora se atrajo por completo. Esto produjo sus efectos. Se reunió una gran multitud y, a pesar de un fuerte aguacero, permaneció dócilmente al descubierto para recibir la reprensión de Esdras. Con muy poca oposición, estuvieron de acuerdo en cumplir lo que Esdras había dispuesto, pidiendo solamente un cierto plazo, ay que la inclemencia del tiempo, más la magnitud de la tarea de investigar los casos, impedía comenzar el asunto de inmediato (Esd. 10, 915). La investigación de los casos, llevada a cabo por una comisión designada por Esdras, comenzó casi en seguida; tres meses más tarde (¿marzo 427?) había terminado su trabajo. Todos los matrimonios mixtos fueron disueltos.
Culminación de la reforma de Esdras. reconstitución de la comunidad sobre la base de la ley. De acuerdo con la reconstrucción aquí adoptada, el cenit de la actividad de Esdras se produjo sólo unas semanas más tarde, con los sucesos narrados en Neh. Caps. 9 y 10. Concluido el asunto de los matrimonios mixtos, el pueblo se congregó para la solemne confesión del pecado, después de lo cual se comprometieron por pacto a vivir según la Ley. Concretamente, se obligaron a no casarse más con extranjeros, a abstenerse de trabajar en sábado, y cada siete años, dejar en barbecho la tierra y no exigir las deudas. También se comprometieron a un impuesto anual para el mantenimiento del santuario y a cuidar de que fueran presentados con regularidad, según las exigencias de la Ley,la leña para el altar, los primeros frutos y los diezmos.


LOS GRANDES IMPERIOS EN LOS TIEMPOS DE ISRAEL


Tiglat-Piléser (Asiria) El inaugurador de este periodo de la historia asiria, y el verdadero fundador de su imperio, fue Tiglat-Piléser III (745-727), gobernante excepcionalmente fuerte y hábil. Al subir al trono tuvo que afrontar la tarea de restablecer el poderío asirio contra los pueblos arameos (caldeos) de Babilonia en el sur, y contra el reino de Urartu en el norte, así como llevar a cabo las posibilidades de Asiria por el oeste. Mediante una serie de pasos, en cuya descripción detallada no nos podemos detener, fueron conseguidos todos los objetivos. Babilonia fue pacificada; al final de su reinado (729), después de algunos disturbios allí ocurridos, Tiglat-Piléser ocupó personalmente el trono de Babilonia, gobernando con el nombre de “Pulu”. Sardur II, rey de Urartu, fue afrentosamente derrotado junto con sus aliados, al oeste del Eufrates, y posteriormente asediado en su propia capital; Urartu, con su territorio disminuido, dejó de ser un rival peligroso de Asiria. Anteriores campañas contra los medos en el norte del Irán llevaron a los ejércitos asirios hasta la región de los Montes Demavend (Bikni), al sur del Mar Caspio. Mucho antes de que estos planes fueran llevados a término, Tiglat-Piléser se ocupó del sometimiento del oeste, efectuando el 743, y en los años siguientes, diversas campañas contra Siria. Al principio se le enfrentó una coalición a cuya cabeza estaba Azrian de Yeudí. Probablemente este no fue otro que Azarias (Ozias) de Judá. Numerosos especialistas, seguramente a causa de las dificultades cronológicas, y porque según parece el encuentro tuvo lugar en el norte de Siria, han supuesto que este Azrían era jefe de un pequeño estado de aquella área. Pero por una parte no conocemos nada acerca de tal estado, y por otra admitir dos Judás, cada uno con un rey llamado Azarías, es pedir demasiadas coincidencias. Lo probable es que Ozías, aunque anciano e incapacitado por la lepra, como jefe (después de la muerte de Jeroboam) de uno de los pocos estados firmes que aun quedaban en el oeste, comprendió el peligro y tomó el mando para salirle al encuentro, como había hecho Ajab un siglo antes. Falló, sin embargo, el intento de detener el avance asirio. En 738, si no ya antes, Tiglat-Piléser había sometido a tributo a la mayor parte de los estados de Siria y norte de Palestina, incluyendo Jamat, Tiro, Biblos, Damasco e Israel. Es probable que Ozías muriera (ca. 742) antes de que las represalias asirias pudieran alcanzarle. Las campañas de Tiglat-Piléser se diferenciaron de las de sus predecesores en que no eran expediciones militares para obtener tributos, sino conquistas permanentes. Para consolidar sus posesiones, Tiglat-Piléser adoptó una política que aunque no totalmente nueva, nunca había sido aplicada hasta entonces con tanta fuerza. No rebeliones con represalias brutales, cuando ocurría una rebelión Tiglat-Piléser deportaba, como norma, a los delincuentes e incorporaba sus tierras al imperio como provincias, esperando ahogar de este modo todo sentimiento patriótico capaz de alimentar la resistencia. De esta política, firmemente practicada por Tiglat-Piléser y aceptada por todos sus sucesores, tuvo que aprender Israel, a su costa, el significado.

El periodo del Antiguo y del Nuevo Testamento fue la primera gran época de la organización de imperios, y en su remolino de tragedia y triunfo el pueblo hebreo inevitablemente fue atrapado. El imperio egipcio del siglo quince a. de J. C. fue el más grande que el mundo ha visto. Sin embargo, fue empequeñecido por los acontecimientos que siguieron. Durante los siglos octavo y séptimo fue formado el Imperio Asirio, el cual con el tiempo incluyó en su extensión a toda Mesopotamia, Palestina-Siria, el sur de Asia Menor, y durante algún tiempo también a Egipto. Por el año 600 a. de J. C. Asiria ya había caído y Babilonia había ocupado su lugar: gobernando sobre casi todo el mismo territorio. Sin embargo, Babilonia pronto sucumbió ante el poderío de los medos y los persas, y por el año 500 a. de J. C. el Imperio Persa incluyó en su territorio a toda el Asia Occidental, Egipto y Tracia en Europa; y sus ejércitos estuvieron amenazando a Grecia. Por el año 330 a. de J. C. Alejandro el grande se había hecho dueño de Grecia y del Imperio Persa; y después de su muerte se formaron tres grandes imperios helénicos que se distribuyeron entre si el territorio. Entonces, en el primer siglo a. de J. C., los romanos, con un poder militar y un genio organizador inigualado en la antigüedad, conquistaron y unificaron todo el mundo del Mediterráneo. Tal fue la procesión de imperios en los cuales el pequeño país de Palestina quedó atrapado. La situación geográfica determinó que este país podría tener independencia política solamente durante los breves periodos en que un imperio dominante estuviese debilitado y ya no pudiera dominar más a los países que antes se había anexado.


El Imperio Babilonio entre el pueblo judío

En el año 605 a de J.C. el vigoroso Nabucodonosor llegó a Siria con un ejército Babilonio, derrotó en forma aplastante a los Egipcios en Carquemis y se apoderó de toda la región occidental hasta llegar a la frontera con Egipto. Babilonia remplazó a Nineve. Las proezas de Nabucodonosor no son posibles narrarlas como se debiera por la escasez de material al respecto, como las tenemos de los reyes asirios. La tradición babilónica le permitió escribir sobre sus hazañas religiosas y arquitectónicas; pero no respecto a sus proezas militares (Aparte de la Biblia). El principal documento con el cual se cuenta oficialmente es el la Crónica Babilónica, que registra los eventos año por año. En el se describe la caída de Nineve por el año 612 a. de J.C. También se esbozan los eventos ocurridos entre los años 626 al 594 a, de J.C., con la excepción de un intervalo de seis años. Por primera ves se tiene conocimiento de los pormenores de la su luchas que Babilonia tuvo contra Asiria, y de la guerra que tuvo contra Egipto después del año 609 a. de J. C. El año 605 a. de J.C. Nabucodonosor aniquilo completamente al ejército de Faraón Necao; pero la muerte de su padre lo obligo a regresar a su patria para ser coronado rey de , por lo mismo le fue imposible continuar en su experiencia conquistadora. Hasta ahora son desconocidas los relatos de una gran batalla que tuvo con los egipcios en el año 601 a. de J. C. , en la cual Nabucodonosor fue derrotado. También se describe la conquista de Jerusalén por Nabucodonosor y dan la fecha de su séptimo año. Además de sus guerras, se dedicó al engrandecimiento y embellecimiento de Babilonia, la cual llego a sobre pasar en gloría arquitectónica a Nineve. Hizo reparaciones al templo de Marduk, la antigua torre de Babel, erigió un palacio imperial muy grande, en cuyo techo había terraza sobre terraza que formaba un jardín. Este palacio era llamado “La casa de la cual los hombres se maravillan “, y los “jardines colgantes” fueron catalogados por los griegos entre las siete maravillas del mundo. Nabucodonosor fue al único que se le considero como el rey de Babilonia. Estuvo sitiando trece años a Tiro, no la capturó. Su vigor no se hizo notable en lo administrativo y políticos como lo fue en la religión y arqueología. Excavo y reparó unos tempos antiguos por arcaicos asuntos religiosos y tuvo opiniones propias en asuntos religiosos y hasta se atrevió a intervenir en las ceremonias y costumbres sacerdotales de Babilonia (en Babilonia se celebraba la festividad del Año Nuevo. En esta festividad el rey actuaba representando la parte del dios Marduk, y en la dramatización volvía a pelear y volvía a ganar la guerra que hubo contra el caos al principio de los tiempos). Durante la última parte de su vida se re tiro a Tema, en Arabia y allí permaneció año tras año, probablemente loco. Los asuntos administrativos en Babilonia habían quedado bajo la dirección del príncipe heredero de la corona, Balsasar a quien en la Biblia se le llama rey (Dan. 5). La llegada de Ciro, el Persa, a las puertas de Babilonia fue vista con tanto agrado al menos por los sacerdotes de Marduk, como también por los judíos que estaban en el exilio.


El periodo del exilio y sus consecuencias para el judío


El periodo del exilio

La penosa situación judía después de 587. La calamidad del 587 no debe ser minimizada en ninguna narración. Aunque la idea popular de una deportación total que dejó al país vacío y desierto es errónea y ha de ser descartada, la catástrofe fue, no obstante, espantosa y tal que señaló la quiebra de la vida judía en Palestina. La quiebra de la vida en Judá. El ejército de Nabucodonosor convirtió a Judá en un matadero. Como elocuentemente evidencian las pruebas arqueológicas, todas, o casi todas, las ciudades fuetes de la Sefelá y de las colinas centrales del país (es decir, propiamente Judá), fueron arrasadas, para no ser reconstruidas, en la mayoría de los casos, hasta muchos años después. Solamente en el Négueb, según parece separado de Judá en el 597, y en el distrito norte de Jerusalén, que era, probablemente, una parte de la provincia babilónica de Samaría, escaparon las ciudades a la destrucción. La población del país fue diezmada. Aparte los deportados a Babilonia, debieron morir muchos millares en las batallas o de inanición y enfermedad, algunos y seguramente más de los que conocemos fueron ejecutados, mientras que otros huyeron para salvar sus vidas. Además, los babilonios no remplazaron a los judíos deportados con elementos llevados allí de otros lugares, como habían hecho los asirios en Samaría. La población de Judá, que sobrepasas probablemente los 250.000 en el siglo octavo y que posiblemente llegaría, aun después de la deportación del 597, a la mitad de esta cifra, apenas pasaría de 20.000, aun incluyendo a los primeros exiliados que volvieron del destierro y debió estar, además, sin duda, muy diseminada en los años intermedios.
CATÁSTROFE DEL 587
Es verdad que la catástrofe del 587 había dejado incólume el territorio perteneciente en otro tiempo al Estado del norte y que la población israelita continuó manteniéndose igual que antes en Samaría, Galilea y Transjordania. Sin embargo, aunque eran israelitas del norte que habían permanecido, en parte como resultado de la reforma de Josías, adictos al culto de Jerusalén, la mayor parte de ellos practicaba un yahvismo de estructura fuertemente sincretista. La religión en el norte del Israel se había contaminado con elementos paganos ya antes del 721, como nos lo permite ver oseas, y había sido posteriormente desleída en mezclas importadas por elementos extranjeros establecidos allí por los reyes asirios. Los esfuerzos efímeros de Josías no habían logrado un cambio fundamental. Por lo demás, habiendo estado este pueblo durante siglo y medio, a excepción del breve periodo de Josías no habían logrado un cambio fundamental. Por lo demás, habiendo estado este pueblo durante siglo y medio, a excepción del breve periodo de Josías, bajo gobierno extranjero, el fuego del celo nacionalista, aunque no extinguido entre ellos, estaba seguramente amortiguado. Aunque los israelitas eran aún mayoría numérica en Palestina, el futuro Israel difícilmente podía estar entre ellos. El verdadero centro de gravedad de Israel se había alejado temporalmente de su hogar patrio. Los exiliados de Babilonia.
LOS JUDÍOS EN BABILONIA
Los judíos que vivían en Babilonia representaban la crema de los dirigentes políticos, eclesiásticos e intelectuales de su país, pues por esta razón fueron seleccionados para la deportación. Su número, seguramente, no fue grande. En Jr. 52, 28-30 se dan los totales exactos de las tres deportaciones, y la suma global es solamente de 4.600. Es una cifra razonable. Aunque probablemente se cuentan sólo los varones adultos, la suma total no podía ser más de tres o cuatro veces superior. Pero eran estos exiliados, aunque pocos en número, los que modelarían el futuro Israel, dando a su fe una nueva dirección y proporcionando el impulso para la definitiva restauración de la comunidad judía en Palestina.
SUERTE DE LOS EXILIADOS
De la suerte posterior de los exiliados no sabemos casi nada. Ya hemos dicho que algunos de ellos estuvieron implicados en las resultas de 595 o 594, por lo cual algunos de sus dirigentes sufrieron represalias (Jr. Cáp. 29). En una fecha posterior (después de 592), Joaquín fue arrojado en cadenas, probablemente por complicidad, o sospecha de complicidad, en alguna acción sediciosa (II R 25, 27-30), y en ellas permaneció durante el resto del reinado de Nabucodonosor. Pero no sabemos si esto estuvo en conexión con los sucesos del 587 o no, ni si estuvo envuelta en ello alguna parte apreciable de la comunidad judía. De todos modos, no hay pruebas de que los exiliados sufriesen una opresión desacostumbrada sobre la inherente a su estado. Por el contrario, la vida en Babilonia debió haber abierto para muchos oportunidades que nunca hubieran tenido en Palestina.
SE DEDICARON AL COMERCIO
Con el transcurso del tiempo muchos judíos, como veremos, se dedicaron al comercio, y algunos se hicieron ricos.
Judíos en Egipto y en otros lugares. Aparte de estos judíos, llevados por la fuerza a Babilonia, otros y ciertamente no pocos abandonaron voluntariamente el suelo patrio para buscar seguridad en otras partes. Un número considerable se encaminó a Egipto. Tenemos noticias de una partida que huyó allá después del asesinato de Godolías, llevándose a Jeremías consigo (Jr. Caps. 42ss), y probablemente no fue el primer caso. Es verosímil, en efecto, que muchos judíos hubieran encontrado refugio en Egipto, o que se hubieran establecido allí como mercenarios o de otra manera, durante los calamitosos últimos días de Judá; podemos suponer que cuando la nación sucumbió, creció la marea de refugiados. Los compañeros de Jeremías se establecieron en Tafnes (Dafne) (Jr. 43,7), justamente en la frontera, mientras que otros grupos se encontraban en diversas ciudades del bajo Egipto (Jr. 44,1). Probablemente sus descendientes permanecieron allí todo el periodo persa, para unirse más tarde con aquella ola de inmigrantes que hizo de Egipto en los días de los Tolomeos un centro mundial de judíos. Pero de su surte en este intermedio no sabemos nada. Especial interés tiene la colonia militar judía que existió durante el siglo quinto en Elefantina, en la primera catarata del Nilo. Puesto que por sus mismos testimonios sabemos que estaba allí cuando los persas conquistaron Egipto el 525, debió haber sido establecida por uno de los faraones de la Dinastía XXVI, probablemente por Apries (588-569). Ignoramos por completo si esta gente llegó a Egipto antes o después del 587. El hecho de que se llamen a si mismos “judíos” prueba que su origen no era samaritano. La naturaleza de su culto sincretista, del que hablaremos más adelante, hace probable la teoría de que procedían de los alrededores de Betel que, después de ser desarraigada por Josías, revivió y floreció en la segunda mitad del siglo sexto.
LOS JUDÍOS BUSCARON REFUJIO
Aunque no conocemos detalles, podemos presumir que los judíos buscaron refugio también en otras regiones, además de Egipto. Hemos dicho que muchos de ellos huyeron, ante los babilonios, a Moab, Edom y Ammón (Jr. 40,11). Aunque algunos de ellos retornaron una vez pasada la tormenta, podemos estar seguros de que muchos no lo hicieron. Es probable que las regiones israelitas de Samaria, Galilea y Transjordania recibieran también una afluencia de fugitivos. Carecemos de información para añadir algo más. Aunque no existía aún una diáspora judía sobre toda la tierra, se había iniciado una tendencia que nunca desaparecería por completo. Israel había comenzado a dispersarse entre las naciones. Nunca volvería a estar identificado con ninguna entidad política o área geográfica. Cualquiera que fuera la suerte que el futuro le tuviese reservada, nunca podría darse un retorno completo a las estructuras del pasado. El exilio y la fe de Israel. Cuando se considera la magnitud de la calamidad que soportó, causa asombro que Israel no fuera absorbido por el torbellino de la historia del mismo modo que otras pequeñas naciones del oeste de Asia, y no perdiera para siempre su identidad como pueblo. Y si hemos de preguntarnos por qué no sucedió así, la respuesta está seguramente en su fe, la fe que dio comienzo a su existencia resultó suficiente también para esto. Sin embargo esta respuesta no se debe dar alegremente, ya que el exilio probó la fe de Israel hasta el extremo. Todo lo logrado no fue algo que sucedió automáticamente, sino sólo a base de un profundo examen de conciencia y después de un profundo reajuste.
EL ENCUENTRO CON LOS GRANDES CULTURAS
Naturaleza de la dificultad. Existía el riesgo de una pérdida total de la fe. Esto se agravó cuando los judíos, arrancados de su suelo patrio, trabaron un primer contacto, la mayoría de ellos por primera vez, con los grades centros de cultura del mundo. Jerusalén, que en sus mentes aldeanas era el único centro del universo de Yahvéh, debía parecerles, por comparación, realmente pobre y atrasada. Rodeados de una riqueza y un poder insólitos, con los magníficos templos de los dioses paganos a la vista, debió ocurrírseles a muchos de ellos la idea de si Yahvéh, Dios protector de un pequeño estado que parecía incapaz de defender, era realmente, después de todo, el supremo y único Dios. Tenacidad de la fe de Israel. Y, en efecto, comenzó a aparecer una nueva comunidad, aunque los destalles son casi por entero oscuros. No existió ya más una comunidad cúltico-nacional, sino una comunidad caracterizada por su adhesión a la tradición y a la ley. Se comprende la elevada importancia de la ley entre los exiliados puesto que ahora, habiendo perecido el Estado y el culto, apenas había otra cosa que los distinguiera como judíos. Además, dado que los profetas habían explicado la calamidad como un castigo por el quebrantamiento de la ley de la alianza, apenas hace falta decir que los hombres sinceros dedicaron una atención más fervorosa a este concepto imperativo de su religión. El sábado y al circunsicion en especial, aunque instituciones antiguas, comenzaron a cobrar importancia inigualada hasta entonces. La estricta observancia del primero se fue imponiendo poco a poco como la señal de un judío fiel. En varios pasajes, de fechas exílicas o inmediatamente posteriores, aparece el sábado como la prueba crucial de obediencia a la alianza, “señal” perpetua, instituida en la creación (Gn. 2,2 ss), de que Israel es Israel (Ex. 31, 12-17; Ez. 20,12). La circunsición, que había sido practicada por los antiguos vecinos de Israel (excepto los filisteos), pero no, al parecer, por los babilonios, vino a ser también un signo de la alianza (Gn. 17,11) y el distintivo de un judío. Es muy comprensible, también, que en los judíos, que vivían en un país impuro, y no en último lugar entre los discípulos de Ezequiel, se descubra una gran preocupación por el problema de la pureza ritual. Estas cosas nos pueden parecer a nosotros periféricas, pero para los judíos exiliados fueron los medios de confesar su fe, habiendo desaparecido los símbolos visibles de esta fe.

Ciro Imperio Persa y su decreto de liberación del cautiverio judío


Ciro Imperio Persa

La Carrera triunfal de Ciro. Coincidiendo con esta coyuntura apareció una nueva amenaza externa, con la que la débil Babilonia comenzaba a no poder rivalizar. Como ya hemos dicho, el enemigo más peligro de Babilonia durante todo este periodo había sido el estado Medo, cuyo rey era ahora Astiages (585-550), hijo de Ciajares. Dado que los medos eran una amenaza abierta para su territorio, podemos imaginar que Nabonides se alegró cuando estalló una revuelta en aquel imperio. El jefe de esta revuelta era Ciro el persa, rey vasallo de Ansan, en el sur de Irán, perteneciente a una dinastía (los aqueménidas) emparentada con los reyes medos. Pero tuvo que lamentarlo. Hacia el 550, Ciro había conquistado Ecbátaban, destronado a Astiages y anexionado el vasto imperio medo. Apenas concluido esto, emprendió una serie de brillantes campañas que sembraron el terror por todas partes. Nabonides, temiendo ahora a Ciro más que les había temido a los medos, formó con Amasis, faraón de Egipto (569-525), y Creso, rey de Lidia (ca. 560-546), una alianza defensiva contra él. Pero todo fue inútil. En el 547/6 Ciro marchó contra Lidia. Según parece, y probablemente el norte de Siria y Cilicia, del control babilonio. Después, cruzando el Halys en el rigor del invierno, atacó por sorpresa a Sardes, capital de Lidia, la conquistó e incorporó Lidia a su imperio. Con la mayor parte de Asia menor, hasta el mar Egeo, bajo el control de Ciro, la alianza defensiva con Egipto se desplomó y Babilonia se encontró sola.Babilonia tuvo aún uno años de respiro. Las actividades de Ciro en los próximos primeros años, no son muy claras. Pero parece que los empleó en ensanchar sus dominios hasta el este, atravesando en sus campañas Hircania y Partia, hasta el interior de lo que hoy día es Afganistán, y llegando, a través de las estepas más allá del Oxus, hasta el Yaxartes. Con unos golpes rápidos había creado un gigantesco imperio, mucho más extenso que ningún otro hasta entonces conocido. Mientras tanto, debía ser evidente para todos, incluso para los mismos babilonios, que Babilonia estaba perdida. Ciro podría tomarla en cualquier momento, el único interrogante era el cuándo. Como veremos, este momento no se hizo esperar mucho tiempo.
EL SOBERANO SEÑOR DE LA HISTORIA
Yahvéh, el único Dios, Soberano Señor de la historia. El mensaje del Deuteroisaías fue, en su sentido más inmediato, mensaje de consuelo para su pueblo abatido. El había oído (40, 1-11) heraldos celestiales que anunciaban la decisión de Yahvéh reuniría pronto a su rebaño, con poder e infinita ternura, para conducirlo a su tierra. En toda la profecía domina el pensamiento de que Dios viene a redimir a su pueblo. Pero aunque directamente provocada por la carrera meteórica de Ciro y el inminente colapso de Babilonia, esta esperanza se fundamentaba no en un cambio feliz de acontecimientos, sino en la concepción que el profeta tenia del Dios de Israel. El fue, realmente, quien dio al monoteísmo siempre implícito en la fe de Israel, su expresión más clara y consistente. El presentó a Yahvéh como un Dios de incomparable poder: creador de todas las cosas sin ayuda de intermediario, Señor de los ejércitos celestes y de las fuerzas de la naturaleza, ningún poder terreno podía competir con él, y ninguna especie de imagen podía representarle. Satirizó con salvaje ironía a los dioses paganos, llamándoles trozos de madera y metal, que no podían intervenir en la historia porque no eran nada. Yahvéh es el primero y el último, el único Dios al lado del cual no existen otros. Proclamando una teología así, pudo el profeta asegurar a su pueblo que Yahvéh poseía el control absoluto de la historia. Con poderoso dramatismo imagina las sesiones celestiales ante las que son emplazados los dioses de las naciones para que se presenten a dar alguna prueba de intervención en la historia, demostrando así una capacidad para guiar los acontecimientos que pudiera fundamentar sus pretensiones a ser dioses. Pero no lo pueden hacer sino que se quedan temblando delante de Ciro, cuyo advenimiento no pudieron predecir ni prevenir. Su total inutilidad manifiesta que no son, en modo alguno, dioses. Yahvéh, por el contrario, es el creador del universo, escenario de la historia, y soberano Señor de todo lo que en él sucede. Tuvo un proyecto desde antiguo y llamó a Abraham y a Jacob para servirle. Como otros profetas, el Deuteroisaías interpretó el exilio como un justo castigo de Yahvéh por el pecado de Israel; pero ello no implicaba el abandono de su propósito (lo cual seria una inconcebible deshonra de su nombre), ya que su intención era salvar a Israel después de haberle purificado. El Deuteroisaías fue lo suficientemente audaz para proclamar a Ciro como el instrumento inconsciente del propósito de Yahvéh, a quien Yahvéh había llamado y a quien emplearía para el restablecimiento de Sión. El profeta daba así una explicación a las visicitudes de la historia del mundo interpretando toda la marcha del imperio desde los postulados de la fe histórica de Israel: todo ocurría según el propósito y por medio del poder de Yahvéh, que era el único Dios. El instó a Israel a confiar en este Dios todopoderoso y salvador.

Política de Ciro: el edicto de restauración.
En el primer año de su reinado en Babilonia, (538), dio Ciro un decreto ordenado la restauración de la comunidad y del culto judío en Palestina. La Biblia ofrece dos relatos de este hecho: en Esd. 1, 2-4 y 6, 3-5. Este último es parte de una colección de documentos aramaicos (Esd. 4, 8 a 6, 18) conservados probablemente en el templo e incorporados por el cronista a su obra, y de cuya autenticidad no puede dudarse. Tiene la forma de un dikroma (Esd. 6,2), es decir, un memorandúm de una decisión oral del rey registrada en los archivos reales. Estipula que el Templo sea reconstruido y los gastos sean subvencionados por el tesoro real; pone algunas especificaciones generales para la construcción (bastantes, naturalmente, ya que el Estado corría con los gastos) y ordena que los vasos tomados por Nabucodonosor sean devueltos a su debido lugar. La otra relación (Esd. 1, 2-4) esta en hebreo y en la lengua del cronista; su autenticidad es muy impugnada aun por muchos de los que aceptan la versión aramea. Sin embargo, no contiene ninguna improbabilidad intrínseca que pueda arrojar dudas sobre su historicidad esencial. Tiene la forma de una proclamación real tal como se anunciaba a los súbditos, por medio de pregoneros. Establece que Ciro no solo ordeno la reconstrucción del templo, sino que permitió a los judíos que quisieran hacerlo el retorno a su patria: los judíos que se quedasen en Babilonia eran invitados a colaborar a la empresa con contribuciones.
LA DEVOLUCIÓN DE LOS VASOS SAGRADOS
El cronista relata también la devolución de los vasos sagrados tomados por Nabucodonosor (Esd. 1, 7-11) y nos cuenta que el proyecto fue encomendado a Sesbassar, “príncipe de Judá”, es decir, miembro de la casa real. Con toda probabilidad, Sesbassar es el mismo Senassar que leemos en Cr. I 3,18 como hijo de Joaquín, siendo ambos nombres corrupciones de otro nombre babilónico, algo así como Sinabus
Puede parecer sorprendente que un conquistador de la talla de Ciro se interesara personalmente por asuntos de un pueblo de tan poca importancia política como el judío. Pero nosotros sabemos que este decreto era solamente una muestra más de su sorprendentemente moderada política general, que fue seguida por la mayoría de sus sucesores. Ciro fue uno de los gobernantes más auténticamente preclaros de los tiempos antiguos. En vez de aplastar el sentimiento nacional por medio de la brutalidad o la deportación, en cuanto fuera posible, que los pueblos sometidos gozaran de autonomía cultural dentro de la estructura del imperio. Aunque él y sus sucesores mantuvieron un firme control mediante una compleja burocracia la mayor parte de cuyos altos empleados eran persas o medos, mediante su ejército y mediante una eficaz sistema de comunicaciones, su gobierno no fue duro. Más bien, prefirieron respetar las costumbres de sus súbditos, proteger y alentar sus cultos establecidos y, donde pudieron, confiar la responsabilidad a príncipes nativos. La conducta suave de Ciro con Babilonia siguió precisamente este esquema.

Darío el persa y el nacionalismo judío


Darío. Imperio Persa

Advenimiento de Darío I y trastornos concomitantes. A partir del 522, el imperio persa fue sacudido por una serie de trastornos que amenazaron despedazarle. Este año, marchando Cambises a través de Palestina de regreso de Egipto, le llegaron nuevas de que un tal Gaunata había usurpado el trono y había sido aceptado como rey en la mayoría de las provincias orientales del imperio. Este Gaunata se proclamó a si mismo como Bardiya, el hermano de Cambises a quien éste, en previsión, había hecho asesinar algunos años antes. Además de esto, Cambises se suicidó en circunstancias que permanecen oscuras. Un oficial de su séquito, Darío, hijo de sátrapa Hystaspes, y miembro de la familia real por línea colateral, reclamó inmediatamente el trono. Aceptado por el ejército, marchó en dirección este, hacia Media, hizo prisionero a Gaunata y le ejecutó. Pero la victoria de Darío, lejos de consolidarse en su posición, provocó una verdadera orgía de revueltas por todo el imperio. Aunque Darío en su gran inscripción trilingüe de la roca de Bejistún pretende minimizar la importancia de la oposición, es claro que la inquietud agitaba al imperio de un extremo al otro. Estallaron rebeliones en Media, Elam y Parsa, en Armenia y en toda la extensión de Irán, hasta la más remota frontera oriental, mientras que en occidente el reflujo alcanzaba a Egipto y el Asia menor.

NIDINTUBEL COMO NABUCODONOSOR III

En Babilonia un tan Nidintubel, que pretendía ser y acaso lo fuera, hijo de Nabonides, se erigió a si mismo rey, con el nombre de Nabucodonosor III y logró mantenerse durante algunos meses antes de que Darío le hiciera prisionero y le ejecutase. El año siguiente vio otra rebelión en Babilonia, cuyo jefe se llamaba también Nabucodonosor y pretendía, igualmente, ser hijo de Nabonides. También este mantuvo la revuelta durante algunos meses, antes de ser capturado y empalado por los persas, juntamente con sus principales colaboradores. A lo largo de estos dos primeros años de su reinado, Darío tuvo que luchar sin descanso en un frente y otro hasta lograr la victoria completa. Es probable que su posición no estuviera del todo asegurada hasta finales del 520.
Mientras tanto, debió creerse que el imperio persa estaba literalmente rompiéndose en pedazos.

LA PEQUEÑA COMUNIDAD DE JUDÁ

Al extenderse por todas partes el sentimiento nacionalista, se creó una tensa excitación de la que no se vio libre, de ningún modo, la pequeña comunidad de Judá. Las esperanzas dormidas despertaron. Quizá había llegado, al fin, la hora esperada, la hora de la conversión de las naciones y del establecimiento del gobierno triunfal de Yahvéh.

Darío I Histapes (522-486).

Ya hemos descrito como Darío dominó las revueltas que le salieron al paso a su advenimiento, aun cuando los profetas hebreos habían anticipado la caída del imperio. Darío dio pruebas de ser, en todos los aspectos, un gobernantes capaz y un digno sucesor del gran Ciro. En audaces campañas condujo a sus ejércitos por el este hasta el Indo, por el oeste, a lo largo de la costa africana, hasta Bengazi y por el norte, a través del Bósforo, contra los escitas del sur de Rusia. Antes de finalizar el siglo sexto, su imperio se extendía desde el valle del Indo hasta el mar Egeo, desde el Yaxartes hasta Libia y, en Europa, incluía Tracia y una franja de los Balcanes a lo largo del Mar Negro, al norte del Danubio. Darío, además, dio a estos vastos dominios su organización definitiva, dividiéndolos en veinte setrapías, cada una con un sátrapa, perteneciente, en general, a la nobleza persa o meda, como funcionario de la corona. El sátrapa, aunque gobernador cuasi-autónomo, ante quien respondían los gobernadores locales, era estrechamente vigilado por jefes militares directamente responsables ante el rey, mediante una complicada burocracia, y un sistema de inspectores ambulantes que informaban también al rey. Era un sistema que pretendía equilibrar la autoridad central con un cierto grado de autonomía local y que persistió tanto cuanto duró el imperio.

LOS LOGROS DE DARIO


Los logros de Darío fueron numerosos y brillantes: sus construcciones en Persépolis y otros lugares, el canal que trazó para unir el Nilo y el Mar Rojo, la red de carreteras que facilitaban la comunicación de un extremo a otro del imperio, sus amplias reformas legales, el desarrollo de un sistema fijo de monedas (la acuñación de moneda se inició en Lidia en el siglo séptimo), que promovió en gran medida la Banca, el comercio y la industria, y muchas cosas más. Basta decir que, bajo Darío, alcanzó Persia su cenit. Solamente en una empresa, la más ambiciosa de todas las suyas, puede decirse que fracasó Darío. En su intento de conquistar Grecia, proyecto para el que se había venido preparando durante algunos años. Después de un primer intento, en el que una tormenta destruyó la flota persa frente al monte Athos, en el 490 las tropas persas desembarcaron en la isla de Euboea. Pero la estúpida dureza con que trataron a la ciudad de Eritrea sublevo a los griegos contra ellos. Cuando pasaron al continente fueron detenidos en Maratón por Milcíades y sus atenienses, que les causaron una severa derrota. Darío, obligado a renunciar al proyecto, no pudo ya reanudarlo en toda su vida.


Alejandro Magno (336-232)Helenismo y la conducta judía

ALEJANDRO BAJO DE LA TUTELA DE ARISTÓTELES

No nos toca a nosotros repetir al detalle las muchas veces narrada y ya familiar historia de las conquistas de Alejandro. Puesto durante su niñez bajo la tutela del gran Aristóteles, tuvo Alejandro un amor sincero por todas las cosas griegas.
Movido en parte por el ideal panhelenista, y en parte por motivos mucho mas mundanos, promovió pronto una cruzada para liberar a los griegos de Asia del yugo persa (¡cosa que algunos estaban muy lejos de desear!). Cruzando el Helesponto en 334, derrotó en Gránico a las fuerzas persas locales, que no tomaron muy en serio su expedición. Pronto fue suya toda el Asia menor. Al año siguiente (333) entró en colisión en Issos, cerca del golfo de Alejandreta, con el principal ejército persa, que era una masa lenta y desordenada, a la que las falanges desbarataron y dispersaron en confuso desorden. El mismo Darío huyó, abandonando el campo; su mujer y su familia, sus bagajes y botín cayeron en manos de Alejandro que ahora había ampliado sus aspiraciones hasta concluir la conquista del imperio persa. Por eso, comenzó por asegurar su flanco antes de presionar más hacia el este. Y, en consecuencia, avanzó por el sur a lo largo excepto Tiro, que fue reducida después de siete meses de asedio. Alejandro entonces siguió presionando hacia el sur, a través de Palestina, y después de una demora de dos meses ante Gaza, entró en Egipto sin resistencia (332). Los egipcios, completamente hartos del dominio persa, le recibieron como a un libertador y le proclamaron faraón legitimo.
PALESTINA INCLUYENDO JUDÁ Y SAMARÍA
En el curso de estos sucesos cayó bajo el control de Alejandro el hinterland de Palestina, incluyendo Judá y Samaría. No sabemos exactamente cuándo ocurrió esto. El relato de Josefo (Ant. XI, VIII) está demasiado plagado de detalles legendarios para inspirar confianza y la Biblia no hace ninguna mención, excepto una o dos posibles alusiones, y éstas no muy seguras. Es probable que los judíos, viendo poca diferencia entre el nuevo amo y el antiguo, le recibieran pacíficamente. Aparte de una posible resistencia en la ciudad de Samaría (donde posteriormente se estableció una colonia macedonia), el resto de Palestina siguió, según parece, la conducta judía.
ALEJANDRO MARCHA HACIA EL ORIENTE
No nos podemos detener en las ulteriores campañas de Alejandro. En el 331 marchó hacia el este cruzando Mesopotamia. Darío, hizo un esfuerzo final, apoyando en las montañas del Irán, en Gaugamela, cerca de Arbela, sólo para ver destrozado y dispersado su ejército; después de lo cual Alejandro entró triunfante en Babilonia, más tarde en Susa y finalmente en Persépolis. Darío fue apresado, cuando huía, por uno de sus sátrapas y asesinado. Habiendo finalizado la resistencia efectiva, Alejandro marchó hacia la parte oriental más alejada del imperio, donde (327/6) hizo campañas allende el Indo y, según la leyenda, lloró porque no había más mundos para conquistar (en realidad sus soldados se negaron a seguirle más adelante). Alejandro tenía apenas 33 años (323) cuando enfermó y murió en Ba Oriente, y el comienzo de una nueva era en su historia.

Los Seléucidas

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Halel.Roberto Fonseca Murillo presenta una visión del contexto histórico de las sagradas escrituras y el Israel Bíblico. .

Bienvenido al Contexto del Judío y El Judaísmo Halel QUMRÁN :"La Historia es una sola que se entré teje con la economía , cultura, creencias y política y Di- la tiene el hueco de su Mano como la describe El Profeta Daniel ..y tú eres uno de sus dedos ..!
El judío es probablemente una creación del exilio, y aparece en la historia en tiempo de la restauración. Para Josefo :"Este es el nombre con el cual fueron llamados desde el día que subieron de Babilonia"(Antig.II:5) Ocupo su antigua tierra prometida, pero "el Judaísmo creció como una cosa nueva en viejo suelo ". El nombre de Judío es una modificación del antiguo nombre tribal "Judá", transliterado a través del griego al español. Se aplica a aquellos que regresaron de Babilonia en la restauración.
JHV: Haga Resplandecer su Rostro sobre ti, Tenga de ti Miserícordia; Alcé Sobre ti su Rostro, Y ponga en ti Paz. Num.6.24-26

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