La doctrina de la cruz. 1 Corintios 1, 18. Hablar de la cruz o la doctrina concerniente a la cruz; es hablar de la doctrina que proclama al mundo perdido la salvación por medio de la crucifixión de Cristo. Ante la predicación de ese evangelio siempre habrán dos clases de hombres: Los incrédulos y los contradictores, que perecen, y los creyentes obedientes, que están en estado de salvación (Isaías 29, 14 al 16). Los sabios judíos, los maestros y los escribas y cualquiera que defendiera las tradiciones judías o busca sentidos alegóricos, místicos y cabalistas a las Sagradas Escrituras, llevado más por la sabiduría humana que por la espiritual, consideraban que la predicación de Cristo crucificado era locura y los gentiles hacían eco de la expresión en oposición a las doctrinas propias de los judíos no cristianos las cuales ellos mismo llamaban sabiduría. No es por la locura que Dios salva al mundo, sino por ese evangelio que ellos llaman locura, y que en realidad, era la verdadera salvación. La locura era la verdadera sabiduría de Dios también, el poder de Dios para salvación de los que creen.
Los judaizantes querían mantener la circuncisión por encima
de la crucifixión y por un mal entendido entran en discusión con el Apóstol San
Pablo sobre dicho tema y es cuando el enfatiza la necesidad de predicar la
salvación por medio del sacrificio de Cristo en la cruz, aunque ello implique
la enemistad de los Judíos y la cruz se convierta en un tropezadero para ellos,
al quedar por encima de la circuncisión. La mejor solución al mencionado
problema era la excomunión de los que producían tal confusión. (Gá. 5, 11). El
problema no es la cruz, es la aceptación de la supresión de la circuncisión
como rito de iniciación superado ahora por la nueva doctrina de la
Gracia. (Fe, bautismo). Tampoco el cristianismo se puede acomodar al parecer de
otros, por temor ha ser criticados o rechazados por ellos como sucedía a los
judíos convertidos en la iglesia de Galacia. (Gá. 6, 12 al 14).
La cruz aunque era tropezadero
para algunos y vergüenza para otros, lo que sino se podía negar era su sentido
por ser el lugar a través del cual Dios ahora establecía un solo cuerpo entre Judíos y gentiles por medio de la muerte de Jesús y los
reconciliaba con Él, en muestra de su buena disposición para perdonar y salvar
tanto a judíos como a gentiles, y para algunos judíos aunque convertidos, su
estreches religiosa no se los permitía comprender de un todo (Ef. 2, 16 y 17;
Fil. 3, 18).
Jesús conocía la Tora y sabia que sufrir la muerte de cruz lo
colocaba entre dicho ante los suyos como un maldito malhechor y más cuando había
predisposición hacia Él y ante cualquiera nueva doctrina que no enmarcara entre
las ya existentes (Dt. 21, 22 y 23). He ahi el valor del verdadero amor por
nosotros al sufrir muerte de cruz y no comprenderlo es un pecado y nos
colocamos en la misma posición judía. El Resto lo sabemos y lo comprendemos
bajo la enseñanza del Espíritu santo. Gracias a Dios y a su amor ahora tenemos
por su muerte en la cruz y resurrección un Salvador y Mediador a la derecha del
padre. Hebreos:
12:1 Por
tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de
testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante,
12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el
cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
12:3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores
contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.