Los esenios eran una secta judía cuyo origen se remonta al hijo adoptivo de Moisés y nieto de Aarón, llamado Esén, aproximadamente 1,500 años a.C. Sobre el origen de la palabra esenios se han aportado distintas hipótesis, algunas de las cuales detallamos a continuación:
Nombre Significado Idioma
ossa los santos griego
hesé los piadosos arameo
osén hacedores de la Ley hebreo
El Talmud les llamó bautistas matinales (tovilé shahrit) y algunos escritos árabes se refieren a ellos como magaritas, que significa de las cuevas.
Antiguamente han sido conocidos por medio de los escritos de diversos autores, tales como Plinio el Viejo (62-113), Flavio Josefo (38-101), Filón de Alejandría (15 a.C. – 50 d.C.), Dion Crisóstomo (40-120), Hipólito de Ostia (170-235) y Epífano de Salamina (315-403). Su existencia histórica ha sido confirmada por los hallazgos de los rollos o manuscritos de Qumrán en 1945. Todos los autores mencionados elogiaban tanto su Regla como su forma de vida. Plinio decía que eran gente solitaria y muy superior al resto de la humanidad. A Filón le inspiraron para escribir su Tratado, donde probaba que todo hombre bueno también es libre. Flavio Josefo, en el capítulo II de su libro Guerra de los judíos, nos decía que los esenios constituyen una hermandad similar a los pitagóricos y que habían renunciado al placer y a las riquezas de la vida. Arnauld de Saint-Jacques, en su obra Los Templarios y el Evangelio de San Juan, manifestaba que la fuente de Moisés fue Egipto y que los iniciados esenios aprendían de esa misma fuente, aparte de recoger la tradición hebrea en toda su pureza.
Su origen
El origen de la comunidad esenia se remonta alrededor del año 170 a.C. cuando un grupo de judíos huyeron al desierto de Judea, a orillas del Mar Muerto, donde establecieron el primer asentamiento que posteriormente ampliaron con casas sencillas de piedra, una plaza, un comedor
comunitario, depósitos para áridos y agua potable, así como una biblioteca con algunos textos sagrados que habían logrado sacar de Jerusalén.
Esa primera emigración hacia Qumrán se originó debido a que el rey de Siria, Antíoco Epífanes, de la dinastía seléucida, al ingresar a Jerusalén buscando el exterminio tanto de los judíos como de su religión, profanó el altar del Templo vertiendo sangre de cerdo sobre el altar. El cerdo era un animal impuro para los israelitas y no era apto ni para el sacrificio ritual ni para el consumo humano.
Pero el establecimiento definitivo de la comunidad esenia tuvo lugar en el transcurso de la segunda emigración, ocurrida alrededor del año 160 a.C., después de la revuelta macabea, cuyos resultados no apoyaron los esenios de Jerusalén. Los Macabeos o hasmoneos liberaron a Judea de la hegemonía griega, pero usurparon el cargo de Sumo Sacerdote y ello ocasionó que un grupo de personas fueran a incorporarse a la comunidad esenia ya existente en Qumrán, y así preparar el camino del Señor bajo el mando de un nuevo líder: el Maestro de Justicia.
El Maestro de Justicia
El Maestro de Justicia o More Tzadek fue una persona religiosa y destacada en la comunidad judía de Jerusalén, quien se opuso al Sumo Sacerdote Jonatán, hermano de Judas Macabeo, al considerar que éste había abandonado la fidelidad a Yahvé. Dicho Maestro de Justicia organizó e impulsó la comunidad esenia, pero no se le podía considerar como Sumo Sacerdote por razones de genealogía. Sin embargo él era quien efectuaba la preparación de los discípulos, la enseñanza de los iniciados y la administración de la Ley mesiánica, la Halajá esenia.
El ingreso del Maestro de Justicia a la comunidad esenia fue trascendental ya que sus propios discípulos consideraban que antes de su llegada la comunidad había caminado a tientas, mientras que cuando se hizo presente la figura del Maestro de Justicia apareció la luz en la comunidad. Los manuscritos de Qumrán revelan que el documento conocido como Regla de la Comunidad procede sin duda de la inspiración personal del Maestro de Justicia, así como los Himnos o los Hodayot, que nos permiten acceder hasta la raíz de su subjetividad espiritual.
La tarea de identificar históricamente la figura del Maestro de Justicia ha sido objeto de diversas especulaciones desde el mismo descubrimiento de los rollos de Qumrán. Sin embargo la tesis que lo compara con Jesús es totalmente nula e imposible de sostener ya que el Maestro de Justicia vivió mucho antes del nacimiento de Cristo.
Sin embargo hay una tesis no demostrada, pero tampoco exenta de posibilidad, de que uno de sus sucesores haya sido Santiago, conocido como el hermano de Jesús. Esta hipótesis tiene visos de realidad si leemos detenidamente la vida de Saulo de Tarso, de quien haremos mención al final de este estudio.
Iniciación y forma de vida
Las Reglas de Vida y la estricta disciplina que éstas implicaban no constituían un freno para los esenios, sino una libre aceptación de un medio para forjar el carácter y desarrollar la parte más elevada de su ser.
Por ello si alguien deseaba ser miembro de la comunidad esenia debía ser aceptado, ser instruido durante un año y luego pasar un período de prueba de otros dos años antes de ingresar definitivamente en la comunidad. Después de la aceptación inicial, el candidato tenía que practicar una especie de meditación en la cual, en completa calma, examinaba su vida pasada para poder hacer un recuento objetivo y sincero de la misma. Tenía que discernir entre los mandatos celestiales que había recibido desde su infancia y analizar la forma en que había respondido a los mismos
Después de su aceptación y luego de haber hecho el juramento, el recién ingresado recibía, junto con sus blancas ropas de lino, una misión que debía desempeñar durante el resto de su vida. La misión tenía un propósito, una orientación que nunca debería abandonarle y que era una forma de unirle a Yahvé y de hacerlo útil para su comunidad. Nunca debía separarse del hilo conductor de esa misión. Esto era lo que le daba un significado positivo a su vida y le convertía en un verdadero ser humano.
Se les exigía además una vida dedicada al estudio de la Ley, humildad y disciplina, obligados a decir siempre la verdad. Sus bienes pasaban a ser parte de toda la comunidad y, al igual que los frutos del trabajo personal, se distribuían según las necesidades de cada uno, dejando una parte para auxiliar a pobres, viudas, huérfanos, mujeres solteras, ancianas, desempleados y para aquellos forasteros que sin ser parte de la comunidad, requerían de ayuda temporal.
En su juramento el nuevo esenio se comprometía a respetar la tierra como ser viviente para honrarla y cuidar de su sana evolución, para lo cual él debía tener siempre sus pies en contacto con la tierra, por lo que siempre caminaban descalzos.
Se le imponía la observancia de una estricta disciplina, cuya base era la corrección fraterna mutua. Las mujeres no eran aceptadas dentro de la comunidad esenia y sólo los hombres podían formar parte de la misma. La purificación constante lavándose los pies, las manos y el cuerpo era muy importante para los esenios. Se purificaban física y espiritualmente antes de entrar a alguna casa, como también al comenzar el día e incluso antes de las comidas y de la oración.
Se lavaban los pies los unos a los otros en señal de amistad y cultivaban la idea que tenían de cuidarse los unos a los otros, así como Yahvé cuidaba de ellos. También se bendecían unos a otros imponiéndose las manos sobre la cabeza, para conservar la unidad y reforzar el amor que fluía entre ellos.
Los esenios ingresaban regularmente a los enfermos en los hospitales y para ello disponían de edificaciones sencillas pero especialmente construidas para ese propósito. La forma en que sanaban a los enfermos es el origen de la existencia de nuestros hospitales modernos. Los esenios aprendían desde muy jóvenes a ver la parte divina de cada persona, ya que así era el propio Yahvé quien visitaba al enfermo en la persona del esenio. Cuidando del individuo, el esenio cuidaba también la parte espiritual que habitaba en el enfermo. Este es el profundo significado de la verdadera medicina y de cada proceso terapéutico. El cuerpo y el alma espiritual de la persona eran, para los esenios, la vestidura del espíritu universal y divino. Sin él no habría verdadera hospitalidad, y lamentablemente en nuestros días el dinero ha reemplazado la visión del Supremo.
A todo esenio se le exigía el respeto a la privacidad ajena. La soledad era considerada sagrada porque cuando una persona está sola consigo misma, se encuentra ante la presencia de Dios. La vida de la pareja también se consideraba sagrada, así como la vida comunitaria. Para los esenios existían tres grados de vida individual: la vida privada, que correspondía al interior del cuerpo físico, nuestro templo; la vida externa, que correspondía a la comunidad; la vida interna, que es la de la pareja. El esenio tenía que observar esos tres niveles de vida y mantenerse siempre honesto, auténtico y moralmente recto y puro.
Los esenios se consideraban guardianes de las enseñanzas divina, las cuales no podían revelar a personas que no estuvieran preparadas para recibirlas. La ley del silencio y el discernimiento se imponía de manera estricta. Así, un esenio nunca trataba de convertir a otra persona a sus creencias, tal como expresa la advertencia de Jesús: No deis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, se vuelvan y os despedacen (Mateo 7:6).
La doctrina esenia condenaba fuertemente la esclavitud y cualquier otra forma de servidumbre. Ningún esenio podía tener sirviente; eso era pecado. También lo era el hecho de trabajar para hacer dinero, porque so igualmente se convierte en una forma de esclavitud. Cualquier persona que se afiliara a la comunidad esenia tenía que liberar a sus esclavos y también abstenerse de comer carne. Para ellos la esclavitud también estaba vinculada al aspecto carnívoro, porque aquel que no puede dejar de comer carne animal no puede controlar las pasiones de su naturaleza animal y, por lo tanto, no puede pensar con claridad y queda reducido a la esclavitud por su propia naturaleza.
Los esenios se consideraban guardianes de las divinas enseñanzas. Poseían un gran número de manuscritos muy antiguos, algunos de los cuales databan del inicio de los tiempos. Una parte de la comunidad esenia se dedicaba de lleno a descifrar los códigos de los manuscritos, traduciéndolos y reproduciéndolos para perpetuar y preservar ese avanzado conocimiento.
El movimiento esenio no se limitó únicamente a Qumrán y alrededores, como tampoco todos vivían en grutas o cuevas, sino que una parte residía en sencillas construcciones. Se sabe que en el siglo I a.C. había un barrio esenio en Jerusalén. Según Flavio Josefo, unos cuatro mil esenios vivían en las ciudades, aunque seguían y practicaban la forma de vida de los esenios que estaban en Qumrán.