Tal era la importancia que habían adquirido los esenios que ya en el año 152 a.C. el Gran Sacerdote de Jerusalén, Jonatán Macabeo, organizó una violenta expedición contra Qumrán, en donde asesinaron al Ministro de Justicia mientras éste oficiaba una ceremonia.
Pero la comunidad esenia siguió unida a pesar de esa acción, e incluso se afianzó más en sus convicciones. Por ello la comunidad esenia fue destruida durante la represión encabezada por Tito en el año 68 d.C. Qumrán fue arrasada y muchos esenios asesinados. Los que pudieron escapar se refugiaron en otras comunidades esenias alejadas de Qumrán.
Tan viva era la fe de los esenios que no temían a la muerte, lo cual causó la admiración de los propios romanos cuando atacaron Qumrán. El historiador Josefo contó textualmente en el libro II, capítulo VII de su escrito Guerra de los judíos, al referirse a los esenios en el momento del ataque de los romanos:
“Menosprecian los peligros, triunfan del dolor por la elevación de su alma y consideran la muerte, cuando se presenta con gloria, como preferible a una vida mortal. La guerra romana ha probado su fuerza de carácter en toda circunstancia: los miembros apaleados, torturados, quemados y sometidos a todos los instrumentos de martirio, con el fin de arrancarles alguna blasfemia contra el Legislador romano o para hacerles comer alimentos por ellos prohibidos. Pero no ha podido obligarles ni a lo uno ni a lo otro; ni siquiera sus torturadores han podido alardear de haberles hecho derramar una sola lágrima. Sonrientes durante los suplicios y burlándose de sus verdugos, expiraban con alegría como si de pronto volvieran a revivir”.
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