En la segunda fase de su ministerio.
Jesús se volvió al perfeccionamiento de su mensaje completándolo. Dejando la nación a su destino ya inevitable, durante los últimos seis meses o más, el concentro su atención en la preparación de los doce. El ahora estaba preocupado en el contenido del mensaje . Tenían que aprender que el era el Mesías, y que el Mesías no había de reinar desde un trono temporal sobre un reino nacional, sino mas bien que debía sufrir, ser muerto y volver a levantarse para reinar sobre un reino espiritual que llegaría a ser universal. “Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos, que le convenía ir a Jerusalén, y padecer mucho de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día “ (Mateo 16:21). ¿Cuan lerdos eran para aprender! ; Aun difícil era desarraigar de sus mentes el concepto popular nacionalista del Mesías. No seria sino hasta después de su muerte y resurrección que el tendría éxito al lograr que ellos comprendieses esta doctrina increíblemente gloriosa acerca del Mesías.
Indudablemente Jesús consideraba que su muerte indicaría el final de una época y el comienzo de un nuevo periodo de la historia universal. Veía que el pacto que Dios había hecho con el pueblo de Israel en el Monte Sinai ya llegaba a su fin. La nación repetidamente había quebrantado el pacto, y en el pasado un arrepentimiento suyo había conseguido el perdón. Pero ahora su maldad había llegado a su colmo. La última llamada para arrepentirse había pasado inadvertida. Israel no había cumplido con las condiciones que habían convenido con Dios. El pacto estaba quebrantado, y Dios ya no estaba ligado por el. La nación entera era rechazada como instrumento de Dios y dentro de pocos años, sufriría una catástrofe que significaría el fin de su existencia nacional.
Indudablemente Jesús consideraba que su muerte indicaría el final de una época y el comienzo de un nuevo periodo de la historia universal. Veía que el pacto que Dios había hecho con el pueblo de Israel en el Monte Sinai ya llegaba a su fin. La nación repetidamente había quebrantado el pacto, y en el pasado un arrepentimiento suyo había conseguido el perdón. Pero ahora su maldad había llegado a su colmo. La última llamada para arrepentirse había pasado inadvertida. Israel no había cumplido con las condiciones que habían convenido con Dios. El pacto estaba quebrantado, y Dios ya no estaba ligado por el. La nación entera era rechazada como instrumento de Dios y dentro de pocos años, sufriría una catástrofe que significaría el fin de su existencia nacional.
El Nuevo pueblo de un nuevo pacto
Pero un remanente se había salvado. El grupito de discípulos había respondido a su predicción y se había mostrado susceptible de enseñanza. Con ellos Dios haría un pacto nuevo. Debía llegar a ser el nuevo pueblo de Dios para servir al propósito señalado, de ser una bendición para el mundo. Un día martes, se había anunciado a los dirigentes judíos en el templo que la nación hebrea había sido relevada de su puesto como el pueblo escogido (Mateo 21:43). El jueves siguiente, antes de ser crucificado, el pacto nuevo fue sellado con el núcleo del nuevo pueblo escogido. Fue en la ocasión de la Pascua, una fiesta que conmemoraba la liberación de Egipto y la celebración del pacto antiguo. Tal como el pacto mosaico había sido sellado con sangre (Éxodo 24:8), así también el pacto nuevo lo bebía ser, pero con sangre aun mas preciosa. Al día siguiente realmente derramaría su sangre, como bien lo sabia.
Pero un remanente se había salvado. El grupito de discípulos había respondido a su predicción y se había mostrado susceptible de enseñanza. Con ellos Dios haría un pacto nuevo. Debía llegar a ser el nuevo pueblo de Dios para servir al propósito señalado, de ser una bendición para el mundo. Un día martes, se había anunciado a los dirigentes judíos en el templo que la nación hebrea había sido relevada de su puesto como el pueblo escogido (Mateo 21:43). El jueves siguiente, antes de ser crucificado, el pacto nuevo fue sellado con el núcleo del nuevo pueblo escogido. Fue en la ocasión de la Pascua, una fiesta que conmemoraba la liberación de Egipto y la celebración del pacto antiguo. Tal como el pacto mosaico había sido sellado con sangre (Éxodo 24:8), así también el pacto nuevo lo bebía ser, pero con sangre aun mas preciosa. Al día siguiente realmente derramaría su sangre, como bien lo sabia.
Los nuevos "simbolos" del nuevo pacto
pero ahora tomo un vaso lleno de vino rojo para simbolizar su sangre diciendo, “Este vaso es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:20). Sus palabras, como son recopiladas por Mateo sugiere una referencia mas amplia: “Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados” (Mateo 26:28). ¿Por cuantos seria? Aun sus discípulos ni soñaban. Al convenir este nuevo pacto, sin duda Jesús deliberada y conscientemente cumplía la profecía de Jeremías 31:31-34. Este era un pacto, no con aquellos que estaban dispuestos a guardar la ley mosaica, sino con aquellos en cuyos corazones Dios escribiría su ley. Se realizaría no en aquellos a quines los escribas y fariseos habían enseñado tocante a Dios, sino con aquellos que conocían a Dios mediante una experiencia personal en el perdón de los pecados y en el nuevo nacimiento. Este, también, era un pacto condicional, pero las condiciones eran el arrepentimiento del pecado y fe en Dios, por medio del Mesías, condiciones que podían ser realizadas por los hombres de todas las razas y naciones, de modo que “todo aquel que cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”:
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