El Nuevo Testamento presenta toda la historia humana proyectada hacia el punto final, que es la Parusía del Señor. Cuál debe ser la actitud del cristiano ante este acontecimiento último y decisivo?
1. El cristiano debe considerar la Parusía con confianza y con esperanza, sin tenerle miedo alguno. Muchos cristianos actuales no quieren una aceleración de la Parusía ya que la consideran un acontecimiento triste que debe ser alejado. En cambio, los primeros cristianos invocaban la llegada de la Parusía considerándola como un acontecimiento alegre y feliz.
Nuestra celebración eucarística es siempre espera y anuncio de la Parusía. Celebrando la Eucaristía anunciamos la muerte del Señor hasta que venga. También en el Padrenuestro decimos venga tu Reino. La vida cristiana se caracteriza por este dinamismo escatológico, por esta proyección hacia el futuro, que no es otra cosa sino la esperanza en su venida y en nuestra salvación.
2. Esperando la Parusía, el cristiano debe intensificar cada día más su pertenencia a Cristo mediante el desprendimiento de su propio egoísmo y del mundo, imponiéndose con ello una vida nueva totalmente centrada en el amor.
El cristiano debe ser consciente de que no tiene en este mundo su hogar permanente, ya que su patria es el cielo: “Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).
3. La vigilancia es otra característica importante de la espera del cristiano, quien debe estar siempre despierto como el siervo a la espera del dueño (Lucas 12:35ss). No debe dejarse dominar por el sueño y el cansancio, como en el caso de las vírgenes insensatas (Mateo 25:1ss). El cristiano es una persona que siempre debe estar alerta contra sus debilidades y las tentaciones del mundo y del enemigo: “Velad, pues, porque no sabéis que día vendrá Nuestro Señor… Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis vendrá el Hijo del hombre” (Mateo 24:42-44). Pero también pensemos que esta vigilancia es objeto de bienaventuranza: “Dichosos los siervos a quienes el Señor, al venir, encuentre despiertos” (Lucas 12:37).
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