Inicialmente el judaísmo creía en el Sheol. La escatología judía distinguió después entre un lugar especial para los justos y otro para los condenados o réprobos cuando indica:
Posteriormente empezó a introducirse la idea de resurrección. Había en el judaísmo dos corrientes: los Sheol, que analizaremos independientemente, y lo describían como una existencia sombría a la cual todos eran enviados tras la muerte. En el Antiguo Testamento no se amenaza a los pecadores con ninguna vida de sufrimiento después de la muerte. "El año duodécimo, el quince del primer mes, la palabra de Yahvé se dirigió a mí en estos términos: Hijo de hombre, haz una lamentación sobre la multitud de Egipto, hazle bajar, a él y a las hijas de las naciones, majestuosas, a los infiernos, con los que bajan a la fosa. ¿A quién superas en belleza? Baja, acuéstate con los incircuncisos. En medio de las víctimas de la espada caen –la espada ha sido entregada, la han sacado- él y todas sus multitudes. Le hablan de en medio del Sheol los más esclarecidos héroes, con sus auxiliares: Han bajado, yacen ya los incircuncisos, víctimas de la espada" (Ezequiel 32:17-21). La religión judía negaba cualquier vida después de la muerte. fariseos, que creían en la resurrección, y los saduceos, que la negaban. Pero la resurrección se entendía en una forma terrenal: se resucitaría para volver a llevar una vida terrenal y sólo tendrían acceso a ella los buenos. El castigo de los pecadores era la muerte eterna, que no era el infierno ni ningún sufrimiento de ultratumba, sino la ausencia de resurrección. La posición judía mayoritaria actual es que el infierno o Gehena, como ellos la denominan, es un lugar de purificación para el malvado, en el que la mayoría de los castigados permanece hasta un año, aunque algunos estarán eternamente.
Posteriormente empezó a introducirse la idea de resurrección. Había en el judaísmo dos corrientes: los Sheol, que analizaremos independientemente, y lo describían como una existencia sombría a la cual todos eran enviados tras la muerte. En el Antiguo Testamento no se amenaza a los pecadores con ninguna vida de sufrimiento después de la muerte. "El año duodécimo, el quince del primer mes, la palabra de Yahvé se dirigió a mí en estos términos: Hijo de hombre, haz una lamentación sobre la multitud de Egipto, hazle bajar, a él y a las hijas de las naciones, majestuosas, a los infiernos, con los que bajan a la fosa. ¿A quién superas en belleza? Baja, acuéstate con los incircuncisos. En medio de las víctimas de la espada caen –la espada ha sido entregada, la han sacado- él y todas sus multitudes. Le hablan de en medio del Sheol los más esclarecidos héroes, con sus auxiliares: Han bajado, yacen ya los incircuncisos, víctimas de la espada" (Ezequiel 32:17-21). La religión judía negaba cualquier vida después de la muerte. fariseos, que creían en la resurrección, y los saduceos, que la negaban. Pero la resurrección se entendía en una forma terrenal: se resucitaría para volver a llevar una vida terrenal y sólo tendrían acceso a ella los buenos. El castigo de los pecadores era la muerte eterna, que no era el infierno ni ningún sufrimiento de ultratumba, sino la ausencia de resurrección. La posición judía mayoritaria actual es que el infierno o Gehena, como ellos la denominan, es un lugar de purificación para el malvado, en el que la mayoría de los castigados permanece hasta un año, aunque algunos estarán eternamente.
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