Matrimonio según la Kabalá
Por Aron Moss
El matrimonio es un concepto bastante extraño. Debe haber sido idea de Di-s. ¿Qué otro podría haber pensado un plan tan extravagante como es unir a dos antónimos y ponerlos bajo el mismo techo para compartir la vida? ¿Y quién podría haber inventado una institución tan hermosa y de tanto alcance como es el matrimonio? Es extravagante --pero funciona. Es justamente su absurdidad lo que hace del matrimonio una experiencia imperdible.
Uno de los aspectos más emocionantes del matrimonio es descubrir las profundas diferencias entre los hombres y las mujeres, y aprender a complementarlas. Estas diferencias no son solamente biológicas. En cada nivel de nuestro ser--intelectual, emocional, psicológico y espiritual--los hombres y las mujeres parecen ser de diferentes planetas.
No hace falta estar casado para saber esto. Lo vemos en nuestros padres, nuestros hermanos, y nuestros amigos. Pero solamente en el matrimonio empezamos a apreciar y a gozar de estas diferencias. Lo que le era razón de burla en su pequeña hermana es razón de amor en su esposa; y las cosas que le hicieron ver a su hermano como un desagradable pillo en su marido ve al hombre que ama.
Pero debemos preguntarnos: ¿que nos hace diferentes? ¿Es la circunstancia social la que hacen a un hombre hombre y una mujer mujer, o nacemos esa manera? ¿Es la masculinidad una hormona, una sensación, o los hombres son educados para actuar de esa manera? ¿Entrenan a las mujeres para ser femeninas o lo saben hacer naturalmente?
Hay muchas teorías acerca del origen de los sexos. En el misticismo judío, o Kabala, se trata este tema extensivamente. El enfoque de la Kabala es único y revolucionario. Dice que la fuente de la identidad masculina/femenina está más allá de naturaleza o formación. Es nuestra alma misma. Los hombres y las mujeres tienen almas totalmente distintas, y ésa es el porqué de sus diferencias.
En los términos de Cabalísticos, las almas de los hombres originan del mundo de la trascendencia divina; las almas de las mujeres originan de mundo de la inmanencia divina. Trascendencia es la cualidad divina de estar más allá; la inmanencia es la calidad igualmente divina de estar presente. Éstos son los aspectos masculinos y femeninos de la divinidad, y se reflejan en el hombre y la mujer respectivamente en el reino humano.
Aunque cada individuo es único y no caben en definiciones generalizadas, en un sentido general hay una distinción clara entre las posturas espirituales del varón y la mujer. Sus almas distintas se traducen en dos personajes opuestos. Quizás puede ser expresado de esta forma:
Los hombres son más almas removidas; están programadas para proporcionar dirección en la relación.
Las mujeres son almas más envueltas; tienen la capacidad de traer presencia al matrimonio.
Esto llega a estar claro mientras que analizamos y ponemos en contraste las naturalezas respectivas de hombres y de mujeres. Hay ciertas situaciones en las cuales este contraste es más obvio y exagerado. Veamos algunos ejemplos.
Para organizar su boda, Julieta se queja de que Eduardo, su novio, no se lo ve muy entusiasmado. Cuando llega el momento de elegir el menú, Eduardo le dice a Julieta que ella puede decidir sola – a él realmente no le importa de si la ensalada se sirve con la preparación francesa o italiana. El esquema de color está totalmente las manos de ella, él irá con lo que a ella le guste, aunque sea el color de malva (él no esta seguro cuál es el “color de malva”). Julieta está corriendo para ver cómo quedaron las invitaciones, y Eduardo ni se incomoda en mirarlas. Cuando ella se las muestra él no nota la filigrana en el papel que deletrea sus nombres en caligrafía. Cualquier mención de la boda y ella se llena de entusiasmo; mientras tanto él ni se compro el traje.
Eduardo no puede hacer nada para cambiar la situación. No es que no este entusiasmado con la boda --lo está, a su manera. Pero Eduardo es un hombre. Lo entusiasma estar casado, pero para él el casarse no tiene nada hacer con el menú o las decoraciones. Es un acontecimiento--los detalles no le interesan. Pero para Julieta, cada detalle de la boda hace el acontecimiento. En cada detalle está la estampa de su personalidad. Ella está implicada. El removido.
Otro ejemplo: Axel y Lisa acaban de atender a una conferencia sobre autoayuda. El locutor se pasó una hora y media sugiriendo estrategias para mejorar su vida. Lisa esta inspirada, y lista para comenzar a poner en práctica cambios drásticos en su vida. Axel todavía se está preguntando ¿cuánto le pagaran a este tipo por conferencia? Cuando le preguntan que le pareció el discurso, él responde con palabras como “interesante,” “bien presentado,” “entreteniendo”--todas afirmaciones distantes e impersonales. Lisa puede o no cambiar su vida para siempre, pero definitivamente ella pensó en esa posibilidad. Para Axel, las ideas eran buenas, pero tomaría mucho tiempo y esfuerzo para darse cuenta que esas ideas pueden aplicarse a él también. Axel esta removido. Lisa está implicada.
Raúl y Tamara están leyendo este artículo. Por la mirada de Tamara usted puede ver exactamente lo que ella está sintiendo. Esta enfurecida. Todas estas generalizaciones y declaraciones sobre hombres y mujeres. ¡Yo no soy parte de estos estereotipos! Después de tres párrafos abandona la lectura. “No puedo leer esta chatarra,”. Raúl, no oyendo su arrebato, ni notando su salida, continúa leyendo. Su cara no denota emoción alguna-- la única reacción que él ofrece es una leve elevación de cejas. Él acaba el artículo, sin siquiera darse cuenta que este párrafo fue escrito acerca de él, y se mueve la mirada hacia los anuncios publicitarios. Él pudo haber estado de acuerdo con el artículo, o quizá no. Habrá que preguntarle para saber. Raúl esta removido. Tamara está implicada.
Tamara tiene razón. No todos cabemos exactamente en estos moldes. De hecho, cada uno de nosotros tenemos elementos de ambos géneros --nuestros lados masculinos y femeninos. Pero en general, hay una actitud masculina y femenina. El varón esta removido y distante. La mujer está presente e implicada.
No hay nada malo en cualquiera de las dos actitudes. Cada una tiene sus ventajas y desventajas. A veces es bueno ser distante. Cuando hay que ver las cosas en contexto y juzgar, la distancia y la objetividad son esenciales. Usted puede ver las cosas por lo que realmente son cuando permanece afuera de ellas; una vez que usted esté implicado usted no puede ver más el objetivo global. Ésta es la fuerza del alma masculina—la distancia que permite objetividad.
Pero la objetividad tiene su desventaja también. No conseguirá en esta vida si permanece a la vera de la vida como un espectador. Para estar vivo y activo se debe estar implicado, y para esto se necesita bajar del mundo de la teoría y sumergirse en el presente. Aquí es adonde viene el elemento femenino. Es su sentido de implicación y de presencia el que da color y personalidad a la vida. Es la mujer la que hace la vida auténtica y vibrante, la que lleva las cosas de lo analítico a lo experimental, de la teoría a la práctica.
El matrimonio es la máxima expresión de unión entre los dos mundos de inmanencia y trascendencia. Cuando cada cónyuge aprende a compartir su perspectiva única mientras que al mismo tiempo aprecia y se conecta con la otra perspectiva, marido y esposa se convierten en un perfecto equilibrio de universos que se complementan. El hombre dirige a mujer, la mujer guía al hombre. El hombre da la perspectiva, la mujer da experiencia. Uno sin el otro son un cuadro incompleto. Juntos, forman una unidad que une lo mejor de ambos mundos.
Con esta definición del varón y la mujer podemos entender dos antiguas tradiciones judías. En los días previos a la boda, es costumbre que el novio sea llamado a la Tora en la sinagoga, y que la novia se sumerja en una Mikve. Superficialmente, estas dos actividades parecen no tener nada en común. Recitar las bendiciones sobre los rollos de la Tora y sumergirse en una piscina ritual apenas se asemejan. ¿Por qué prácticas tan distintas para el hombre y la mujer?
Quizás una respuesta es que estos actos son la forma para la novia y el novio de reconectarse a sus respectivas fuentes espirituales, acentuar y consolidar las contribuciones especificas que cada uno traerá a la futura unión. El hombre debe proporcionar la dirección y la estabilidad a la relación, así que se conecta a la máxima fuente de dirección y estabilidad--el Tora. La mujer debe traer vitalidad y experiencia a la pareja, así que ella se sumerge en aguas que dan vida (Maim Jaim). El acto de el es teoría--una lectura. El de ella un acto de compenetración total - la inmersión. Él se ha conectado con la fuente de la trascendencia; ella a la fuente de la inmanencia.
No es poca cosa unir a un hombre y a una mujer--dos opuestos tan diferentes como cielo y tierra, corazón y mente, teoría y práctica. Nos preparamos sumergiéndonos en nuestras respectivas fuentes espirituales --las santas palabras de la Tora y las sagradas aguas de la Mikve. Bajo la Jupa, cubiertos por la luz divina que funde nuestras almas en una. Y, después de la boda, en el transcurso de la vida para aprender a trabajar juntos y descubrir la maravilla y la belleza de dos mundos convertirse en uno.
El matrimonio es un concepto bastante extraño. Debe haber sido idea de Di-s. ¿Qué otro podría haber pensado un plan tan extravagante como es unir a dos antónimos y ponerlos bajo el mismo techo para compartir la vida? ¿Y quién podría haber inventado una institución tan hermosa y de tanto alcance como es el matrimonio? Es extravagante --pero funciona. Es justamente su absurdidad lo que hace del matrimonio una experiencia imperdible.
Uno de los aspectos más emocionantes del matrimonio es descubrir las profundas diferencias entre los hombres y las mujeres, y aprender a complementarlas. Estas diferencias no son solamente biológicas. En cada nivel de nuestro ser--intelectual, emocional, psicológico y espiritual--los hombres y las mujeres parecen ser de diferentes planetas.
No hace falta estar casado para saber esto. Lo vemos en nuestros padres, nuestros hermanos, y nuestros amigos. Pero solamente en el matrimonio empezamos a apreciar y a gozar de estas diferencias. Lo que le era razón de burla en su pequeña hermana es razón de amor en su esposa; y las cosas que le hicieron ver a su hermano como un desagradable pillo en su marido ve al hombre que ama.
Pero debemos preguntarnos: ¿que nos hace diferentes? ¿Es la circunstancia social la que hacen a un hombre hombre y una mujer mujer, o nacemos esa manera? ¿Es la masculinidad una hormona, una sensación, o los hombres son educados para actuar de esa manera? ¿Entrenan a las mujeres para ser femeninas o lo saben hacer naturalmente?
Hay muchas teorías acerca del origen de los sexos. En el misticismo judío, o Kabala, se trata este tema extensivamente. El enfoque de la Kabala es único y revolucionario. Dice que la fuente de la identidad masculina/femenina está más allá de naturaleza o formación. Es nuestra alma misma. Los hombres y las mujeres tienen almas totalmente distintas, y ésa es el porqué de sus diferencias.
En los términos de Cabalísticos, las almas de los hombres originan del mundo de la trascendencia divina; las almas de las mujeres originan de mundo de la inmanencia divina. Trascendencia es la cualidad divina de estar más allá; la inmanencia es la calidad igualmente divina de estar presente. Éstos son los aspectos masculinos y femeninos de la divinidad, y se reflejan en el hombre y la mujer respectivamente en el reino humano.
Aunque cada individuo es único y no caben en definiciones generalizadas, en un sentido general hay una distinción clara entre las posturas espirituales del varón y la mujer. Sus almas distintas se traducen en dos personajes opuestos. Quizás puede ser expresado de esta forma:
Los hombres son más almas removidas; están programadas para proporcionar dirección en la relación.
Las mujeres son almas más envueltas; tienen la capacidad de traer presencia al matrimonio.
Esto llega a estar claro mientras que analizamos y ponemos en contraste las naturalezas respectivas de hombres y de mujeres. Hay ciertas situaciones en las cuales este contraste es más obvio y exagerado. Veamos algunos ejemplos.
Para organizar su boda, Julieta se queja de que Eduardo, su novio, no se lo ve muy entusiasmado. Cuando llega el momento de elegir el menú, Eduardo le dice a Julieta que ella puede decidir sola – a él realmente no le importa de si la ensalada se sirve con la preparación francesa o italiana. El esquema de color está totalmente las manos de ella, él irá con lo que a ella le guste, aunque sea el color de malva (él no esta seguro cuál es el “color de malva”). Julieta está corriendo para ver cómo quedaron las invitaciones, y Eduardo ni se incomoda en mirarlas. Cuando ella se las muestra él no nota la filigrana en el papel que deletrea sus nombres en caligrafía. Cualquier mención de la boda y ella se llena de entusiasmo; mientras tanto él ni se compro el traje.
Eduardo no puede hacer nada para cambiar la situación. No es que no este entusiasmado con la boda --lo está, a su manera. Pero Eduardo es un hombre. Lo entusiasma estar casado, pero para él el casarse no tiene nada hacer con el menú o las decoraciones. Es un acontecimiento--los detalles no le interesan. Pero para Julieta, cada detalle de la boda hace el acontecimiento. En cada detalle está la estampa de su personalidad. Ella está implicada. El removido.
Otro ejemplo: Axel y Lisa acaban de atender a una conferencia sobre autoayuda. El locutor se pasó una hora y media sugiriendo estrategias para mejorar su vida. Lisa esta inspirada, y lista para comenzar a poner en práctica cambios drásticos en su vida. Axel todavía se está preguntando ¿cuánto le pagaran a este tipo por conferencia? Cuando le preguntan que le pareció el discurso, él responde con palabras como “interesante,” “bien presentado,” “entreteniendo”--todas afirmaciones distantes e impersonales. Lisa puede o no cambiar su vida para siempre, pero definitivamente ella pensó en esa posibilidad. Para Axel, las ideas eran buenas, pero tomaría mucho tiempo y esfuerzo para darse cuenta que esas ideas pueden aplicarse a él también. Axel esta removido. Lisa está implicada.
Raúl y Tamara están leyendo este artículo. Por la mirada de Tamara usted puede ver exactamente lo que ella está sintiendo. Esta enfurecida. Todas estas generalizaciones y declaraciones sobre hombres y mujeres. ¡Yo no soy parte de estos estereotipos! Después de tres párrafos abandona la lectura. “No puedo leer esta chatarra,”. Raúl, no oyendo su arrebato, ni notando su salida, continúa leyendo. Su cara no denota emoción alguna-- la única reacción que él ofrece es una leve elevación de cejas. Él acaba el artículo, sin siquiera darse cuenta que este párrafo fue escrito acerca de él, y se mueve la mirada hacia los anuncios publicitarios. Él pudo haber estado de acuerdo con el artículo, o quizá no. Habrá que preguntarle para saber. Raúl esta removido. Tamara está implicada.
Tamara tiene razón. No todos cabemos exactamente en estos moldes. De hecho, cada uno de nosotros tenemos elementos de ambos géneros --nuestros lados masculinos y femeninos. Pero en general, hay una actitud masculina y femenina. El varón esta removido y distante. La mujer está presente e implicada.
No hay nada malo en cualquiera de las dos actitudes. Cada una tiene sus ventajas y desventajas. A veces es bueno ser distante. Cuando hay que ver las cosas en contexto y juzgar, la distancia y la objetividad son esenciales. Usted puede ver las cosas por lo que realmente son cuando permanece afuera de ellas; una vez que usted esté implicado usted no puede ver más el objetivo global. Ésta es la fuerza del alma masculina—la distancia que permite objetividad.
Pero la objetividad tiene su desventaja también. No conseguirá en esta vida si permanece a la vera de la vida como un espectador. Para estar vivo y activo se debe estar implicado, y para esto se necesita bajar del mundo de la teoría y sumergirse en el presente. Aquí es adonde viene el elemento femenino. Es su sentido de implicación y de presencia el que da color y personalidad a la vida. Es la mujer la que hace la vida auténtica y vibrante, la que lleva las cosas de lo analítico a lo experimental, de la teoría a la práctica.
El matrimonio es la máxima expresión de unión entre los dos mundos de inmanencia y trascendencia. Cuando cada cónyuge aprende a compartir su perspectiva única mientras que al mismo tiempo aprecia y se conecta con la otra perspectiva, marido y esposa se convierten en un perfecto equilibrio de universos que se complementan. El hombre dirige a mujer, la mujer guía al hombre. El hombre da la perspectiva, la mujer da experiencia. Uno sin el otro son un cuadro incompleto. Juntos, forman una unidad que une lo mejor de ambos mundos.
Con esta definición del varón y la mujer podemos entender dos antiguas tradiciones judías. En los días previos a la boda, es costumbre que el novio sea llamado a la Tora en la sinagoga, y que la novia se sumerja en una Mikve. Superficialmente, estas dos actividades parecen no tener nada en común. Recitar las bendiciones sobre los rollos de la Tora y sumergirse en una piscina ritual apenas se asemejan. ¿Por qué prácticas tan distintas para el hombre y la mujer?
Quizás una respuesta es que estos actos son la forma para la novia y el novio de reconectarse a sus respectivas fuentes espirituales, acentuar y consolidar las contribuciones especificas que cada uno traerá a la futura unión. El hombre debe proporcionar la dirección y la estabilidad a la relación, así que se conecta a la máxima fuente de dirección y estabilidad--el Tora. La mujer debe traer vitalidad y experiencia a la pareja, así que ella se sumerge en aguas que dan vida (Maim Jaim). El acto de el es teoría--una lectura. El de ella un acto de compenetración total - la inmersión. Él se ha conectado con la fuente de la trascendencia; ella a la fuente de la inmanencia.
No es poca cosa unir a un hombre y a una mujer--dos opuestos tan diferentes como cielo y tierra, corazón y mente, teoría y práctica. Nos preparamos sumergiéndonos en nuestras respectivas fuentes espirituales --las santas palabras de la Tora y las sagradas aguas de la Mikve. Bajo la Jupa, cubiertos por la luz divina que funde nuestras almas en una. Y, después de la boda, en el transcurso de la vida para aprender a trabajar juntos y descubrir la maravilla y la belleza de dos mundos convertirse en uno.
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