domingo, noviembre 06, 2005

FUENTES BIBLICAS SOBRE EL ESTABLECIMIENTO DE-LA MONARQUIA EN ISRAEL

PRIMERA PARTE
Los libros de Samuel y de los Reyes.- La forma en que se estableció una monarquía en Israel y la historia del Reino unido, se encuentran narrados en los libros I y II de Samuel y I de Reyes 1-11. En ambos libros se observa material de distintas épocas y por consiguiente se cree que algún compilador aprovechó una historia escrita anteriormente, mezclándola con materia más moderna y suministrando así los eslabones necesarios para formarse una relación continuada.
EL ESTILO DE BIOGRAFÍAS
Las narraciones son más bien por el estilo de biografías, pues relatan los incidentes de las vidas de las grandes personalidades de aquella época. En I Samuel 1-7, los personajes son Elí y Samuel; en los capítulos 8-14, Samuel y Saúl; y en los capítulos 15-13, Saúl y David. Desde el momento en que David entra al escenario, se capta las simpatías del escritor (y del lector). Todo el II libro de Samuel tiene a David como figura central. Los capítulos 1-7 relatan los acontecimientos sucesivos que llavaron a David al trono, su triunfo sobre Jerusalén y el traslado del Arca a la Ciudad Santa. El capítulo 8 da un resumen de su vida y hazañas y pone al fin a su historia, pero anticipando los acontecimientos que aparecen más explicados en la sección siguiente. Los capítulos 9-20 dan detalles de su vida privada y cortesana y los capítulos restantes, 21-24, forman un apéndice que consta, por una parte, todo lo acaecido en el reinodo de David y por otra, hace figurar a todos los héroes de David y sus hazañas y termina con un material poético relacionado siempre con David. En el primer capítulo del I de los Reyes aparece ya la figura de Salomón, hijo de David, los acontecimientos de cuyo reinado se narran en los capítulos 3-11, haciéndoce especial hincapié en los detalles de la construcción y dedicación del templo.
CONTEXTO HISTORICO PARA ESTABLECER LA MONARQUIA
.Las guerras con los filisteos pusieron a Israel al márgen de su desaparición. Su situación aparecía desesperada después del triunfo decisivo de los filisteos en Afec, (I Samuel 4), cuando Dios mismo pareció incapaz de atajar la suerte contraria a su pueblo. La situación de Israel era doblemente grava, pues afectaba a la nación política y religiosamente. El ejército iraelita estaba desmoralizado. Nada se había hecho para prevenir el peligro de perder su independencia nacional. Pero peligro religioso era un más grave. El pueblo, aterrado, envía a buscar el Arca, símbolo externo de la presencia divina entre Su pueblo, creyendo que así la derrota sería imposible. Pero la batalla se declaró en contra de Israel. ¿Era Jehová incapaz de defenderlos? ¿Eran los dioses de los filisteos más fuertes que Dios? En ese caso, ¿para qué servirle, si El se niega a ayudarnos o es incapaz de hacerlo?

Un nombre, el sumo sacerdote Samuel, comprendió lo aflictivo de la situación y vió que para preservar a la nación y preservar, ante, toda la religión del Dios único, dos cosas eran necesarias: (1) Unificar a todas las tribus en una sola nación y (2) elegir un caudillo que dirigiera a todos y que inspirara a los hombres.
LA UNIÓN RELIGIOSA
La experiencia le enseño a Samuel que, para lograr una verdadera unión política era necesario estrechar la unión religiosa, que había sido lo que antes les hizo irresistibles, de aquí que se dedicara, ayudado por los hijos de los profetas, a hacer volver al pueblo a Jehová. Para cimentar esta unión, creyó también conveniente que Israel tuviese un rey, a semejanza de los países vecinos. Conocía a un nombre que creyó reunía todas las condiciones para caudillo, y le ungió rey secretamente. Cuando Saúl hubo dado pruebas de su valor en Jabes de Galaad, se le proclamó rey por todo el pueblo. Esto sucedió en el año 1037 A. C

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